Perfil.com | Opinión
Por Carlos Heller
Si hay un empresario, dirigente y funcionario que pudo representar a la pujante burguesía nacional surgida bajo el proceso de Industrialización Sustitutiva de Importaciones, ése fue José Ber Gelbard. Si bien fue el caso de un “hombre que se hace de abajo” comenzando como “cuentenik”, vendedor ambulante de corbatas, para llegar a ser un importante empresario de ALUAR y otras compañías, fue más un ejemplo de la construcción colectiva de la representación empresarial.
Ya en 1945, en los albores del peronismo, Gelbard alcanzó la presidencia de la Federación Económica de Tucumán. A partir de entonces mantuvo contactos cercanos con Juan Domingo Perón. Así, a través de una importante militancia empresarial, Gelbard fue el principal gestor de la fundación, en 1953, de la Confederación General Económica (CGE). No eran años fáciles para la economía nacional y para el peronismo, que en dos años más caería con el golpe. Pero Gelbard continuó su tarea articulando empresarios nacionales en torno a la idea de velar por un mercado interno fuerte.
En 1973, a partir del breve gobierno de Héctor Cámpora asumió como ministro de Economía, cargo que conservaría en la siguiente presidencia de Perón. Durante esos años implementaría el programa económico del Pacto Social convocando a los sectores del capital nacional nucleados en la CGE, y del trabajo en la CGT. El proceso de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones (ISI), si bien se sostenía en el mercado interno, estaba sujeto a cuellos de botella en el balance de pagos, y ocasionaba ciclos de expansiones y contracciones, acompañados con inflación crónica.
El mismo se proponía “sentar las bases económicas de un proceso de más largo plazo que, reafirmando el poder de decisión nacional sobre la actividad económica, posibilite una creciente producción de bienes y servicios con plena ocupación de los factores productivos en un marco de justa distribución del ingreso y la riqueza, y de un desarrollo regional equilibrado”.
Con el Pacto Social se buscó neutralizar las tensiones inflacionarias acordando precios y salarios. Los precios se congelaron, se subieron los salarios fuertemente y se suspendió la negociación colectiva por dos años, en pos de lograr mitigar las fricciones inflacionarias. Rápidamente se logró que la participación de la masa salarial rondara el 50% del ingreso nacional.
La suerte de ese pacto se vio golpeada por los devenires de la historia: ese mismo 1973 tuvo lugar el shock del petróleo, cuando se cuadruplicó el precio del crudo, como reacción a la política de EEUU de devaluar su moneda respecto al oro, eliminando la convertibilidad del dólar. A ello se sumaría la muerte de Perón en 1974, único político con la capacidad de articular las tensiones de la época.
Se legisló promover la producción nacional y protegerla de la competencia externa, y se instrumentaron facilidades impositivas para la promoción de nuevos proyectos industriales de interés nacional, que contribuyeran al desarrollo regional. Dentro de estos acuerdos se firmó una nueva ley de Inversiones Extranjeras, que vedaba a cualquier extranjero la adquisición de más del 50% de una empresa que operara en el país, y prohibía toda inversión en las áreas consideradas vitales para la seguridad nacional, entre otras cuestiones. También se sancionó una ley de abastecimiento que apuntaba a impedir el atesoramiento y la especulación, con supervisión del Estado en las diversas etapas del proceso económico.
Por estas y otras tantas razones, siendo diputado de la Nación presenté un proyecto que se convirtió en ley, declarando como “Día del Empresario Nacional” al 16 de agosto de cada año. Ese día de 1953 se formó la CGE, transformándose en una organización empresarial de gran densidad histórica. Esa ley intenta ser una reivindicación del importante papel que cumplieron José Ber Gelbard y la CGE hasta que fuera intervenida por la dictadura de 1976.