Elebece.com.ar | Entrevista
Una charla con Carlos Heller, diputado nacional por el Partido Solidario, aliado al Frente para la Victoria, a la salida de la reunión que Cristina Kirchner tuvo con sus legisladores.
Por Francisco Balázs
–¿Que dejó el kirchnerismo tras doce años de gobierno, qué quedó pendiente, y qué lectura hace del resultado de las elecciones presidenciales del 2015?
–El ciclo iniciado en 2003 fue sin duda emergente de la gran crisis que estalló en 2001 como producto de las políticas neoliberales implementadas hasta ese momento. También formó parte de nuevos vientos emancipatorios desplegados en el escenario latinoamericano a fines de los ‘90. Una secuela de procesos que reconfiguró el mapa político regional, recuperando el proyecto de Patria Grande impulsado por Bolívar y San Martín. Cabe consignar que el kirchnerismo surge del seno del movimiento peronista y de su mejor tradición nacional y popular. Desde esta identidad, supo convocar y expresar un amplio abanico de fuerzas sociales y políticas alrededor de un programa de reparación de las políticas neoliberales y de ampliación relevante de derechos históricamente conculcados. El kirchnerismo lega a la política en nuestro país una nueva identidad en construcción que abraza un proyecto nacional, popular y democrático de inspiración latinoamericanista, igualitario, de soberanía nacional y justicia social. Dejó una plataforma ideológica fundada en la justicia social, la soberanía nacional y la autodeterminación regional.
Concretó una política pública que amplió derechos y reconfiguró de modo progresivo la estructura social de la Argentina: se redujo sustancialmente la indigencia, y también la pobreza. Construyó un proyecto económico centrado en políticas activas por parte del Estado, privilegiando el mercado interno como motor de crecimiento y desarrollo. Redimensionó la noción de soberanía nacional y latinoamericana en múltiples aspectos, desde una posición independiente en el plano de las relaciones internacionales, el impulso de la unidad sur-sur y la integración regional, la confrontación abierta con el capital especulativo expresada por la posición ante los fondos buitre, hasta el desarrollo de una política científica que avanzó hasta la producción de satélites propios. A tono con una disputa planetaria entre los defensores del antiguo régimen (con determinada estructura de poder mundial, con la hegemonía del capital financiero y un particular modelo de desarrollo productivo predatorio), el kirchnerismo fue la expresión transformadora que habilitó cambios profundos en el plano de la economía, de la política y de la cultura. Si el rumbo fue, a nuestro juicio, en la dirección correcta, distintos aspectos quedaron pendientes de abordar, pero siempre en la misma línea de lo construido: poner más límites al capital financiero con una nueva Ley de Servicios Financieros, nuevos límites a la inversión extranjera, una profunda reforma tributaria integral, un debate y una revisión de dimensiones del modelo de desarrollo, como el tipo de producción agropecuario sojero, minero. Tal vez a partir del cambio de ciclo sea oportuno reflexionar sobre las disfuncionalidades acaecidas durante el proceso kirchnerista, por ejemplo, que el cambio en los patrones de consumo no fuera acompañado de logros en la conciencia ciudadana que evitaran la identificación de los sectores populares intermedios de la sociedad (ampliamente beneficiados por las políticas económicas) con las franjas más ricas y su divorcio de los sectores más humildes. Una parte de la clase media, beneficiada en estos doce años, se disparó al pie votando a Cambiemos y poco a poco comienza a percibir los efectos de las políticas implementadas a partir del 10 de diciembre. En relación a la derrota electoral no puede soslayarse que existió un intenso proceso mediático de bombardeo (des)informativo que blindó a Mauricio Macri y desacreditó a Daniel Scioli y al propio espacio del Frente para la Victoria.
–¿Qué lectura tiene del presente político del kirchnerismo?
–Creo que se encuentra frente a un gigantesco desafío cultural, político y organizativo. Entendemos que el kirchnerismo constituye la posibilidad de una nueva identidad que amalgame las diversas tradiciones populares que atraviesan la historia de nuestro país y sus luchas. Un eje es la relación compleja al interior del peronismo, en la medida en que esta tradición, fundada en los principios de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, está configurada con sectores con una muy diferente visión ideológica, lo cual condiciona toda la construcción colectiva. En tal marco, el reordenamiento del kirchnerismo como construcción plural y diversa, con una plataforma fundamental en la tradición peronista, tiene un gran desafío ideológico-cultural y político. Debe recuperar la iniciativa y en esa construcción fortalecer el plano de la organización, la inserción territorial y la disputa en las instituciones, especialmente en el Parlamento. También el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner parece ser un elemento fundamental de este proceso. El llamado a la constitución de un Frente Ciudadano no resulta un dato menor para el futuro de la política en nuestro país.
–A su entender, ¿cuál es el camino a seguir para recomponer el kirchnerismo con vistas al futuro?
–Hay que reconstruir la organización plural del espacio, profundizar el trabajo territorial y, en todos los sectores, reconstruir un modelo de organización participativo y sustancialmente democrático que empodere a las organizaciones sociales y políticas. Se trata de desplegar un concepto que siempre hemos levantado: el de la unidad en la diversidad, como atributo esencial de construcción frentista. De unir lo cultural, lo social y lo político promoviendo la articulación de múltiples sujetos colectivos que reconstruyan renovadas formas organizativas, que enriquezcan la plataforma programática, que anticipen nuevos modos de construcción de la política en general y de la política pública en particular. Y ligar esta construcción al liderazgo necesario de Cristina Fernández de Kirchner y avanzar en la promoción de nuevos cuadros dirigenciales capaces de fortalecer las múltiples tareas que hacen a la construcción de un proyecto colectivo. Hay que sostener procesos de integración regional por abajo, seguir con las conjunciones sur-sur. Es erróneo pretender que las tensiones y contradicciones inmanentes de las disputas con los grandes poderes concentrados puedan resolverse solo a escala nacional, aunque la confrontación política sin duda alguna deba partir de ese plano. Lo regional y lo global surcan los procesos transformadores por lo que el alineamiento internacional resulta decisivo para cualquier proyecto nacional, popular y democrático.