Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El Gobierno, y muchos de los comunicadores que funcionan en su órbita, intentaron presentar el acto de este último miércoles como un evento aislado y como la expresión del interés particular del líder de uno de los gremios convocantes. Por eso, se intentó concentrar todo lo relacionado con el acontecimiento en la figura de Hugo Moyano, como si éste fuera el protagonista excluyente de la medida de fuerza.
No fue lo que se vio en el escenario. No fue lo que se observó en la multitud movilizada. Los discursos fueron cortos y similares en extensión. Ninguno de los oradores sobresalió sobre los restantes. Hubo un protagonismo cuidadosamente distribuido: sectores diferentes hablándole a la muchedumbre. En las calles, repletas de manifestantes, se pudo observar a dirigentes y militantes de muy diversos espacios políticos, sindicales, sociales y culturales a los que hasta hace poco tiempo hubiera sido impensable verlos participar en un espacio común.
Se intentó aislar el acontecimiento definiéndolo como el acto de Moyano pero el dirigente camionero lo presentó como el acto de todos. Y fue una manifestación diversa y plural.
En el transcurso de la concentración hubo repetidas convocatorias a la unidad. Se sabe: para que un llamado a la unidad no sea un contrasentido debe haber varios sectores que lo justifiquen. No es posible ese llamado si hay un único sector: a la vez, el que convoca y el convocado. Por eso, esa convocatoria define las características del acto: sectores muy diversos, con posturas diferenciadas, con matices entre ellos, confluyendo en una acción común contra la aceleración del proyecto neoliberal.
De allí la importancia de este acontecimiento: fue un punto de inflexión en los procesos de construcción de una oposición amplia y diversa al gobierno nacional.
Se han constituido dos relatos en pugna en torno al acto del miércoles. En uno de ellos, el hecho no tiene historia ni futuro. No es un punto en una línea con un atrás y un adelante. Es un hecho aislado. No expresa los intereses múltiples de una amplia confluencia de fuerzas sindicales, sociales, políticas y culturales. Expresa el interés individual de un dirigente. Por supuesto, es el relato del gobierno, fiel a su postura individualista: no hay historia, no hay procesos sociales ni políticos, sólo hay individuos que expresan y defienden intereses particulares.
En el otro relato, del que nos sentimos parte, el acto del miércoles fue un nuevo mojón en la confluencia de un frente opositor amplio y diverso, el punto más alto, hasta ahora, de una línea histórica de movilización social y política que se profundizó con la sanción de la reforma previsional, que perjudicó a los jubilados y a los trabajadores en general. Desde esta perspectiva, el acto del miércoles abrió un espacio nuevo para la articulación de un discurso alternativo. La movilización no fue sólo expresión de las luchas del pasado sino un envión hacia un futuro con propuestas y nuevas iniciativas. No fue sólo un acontecimiento defensivo: abrió también mayores posibilidades para un discurso propositivo. Más aún: el llamado a la unidad difícilmente será efectivo si no es acompañado de propuestas alternativas con relación a las implementadas por el gobierno nacional.
Estoy convencido de que hay que ir a fondo y avanzar hacia una reforma constitucional. Es imprescindible modificar el funcionamiento de las instituciones de la República para que éstas acompañen procesos de transformación impostergables en nuestro país.
También habrá que definir muy claramente el modelo de inserción en el mundo globalizado, el rol del Estado, la política de derechos humanos, civiles y sociales, la política de defensa del mercado interno, de las pymes, el manejo de las importaciones, la administración del tipo de cambio, entre otros. Hay veinte o treinta puntos que requieren de un acuerdo previo.
El actual gobierno ganó las elecciones presidenciales con una ajustada mayoría de algo más del 51 por ciento. A ese resultado se llegó con el aporte de un sector fluctuante de la sociedad que se entusiasmó con las propuestas macristas de transparencia y de calidad republicana frente a toda la instalación que se hizo para descalificar la gestión del gobierno anterior.
El Gobierno, y muchos de los comunicadores que funcionan en su órbita, intentaron presentar el acto de este último miércoles como un evento aislado y como la expresión del interés particular del líder de uno de los gremios convocantes. Por eso, se intentó concentrar todo lo relacionado con el acontecimiento en la figura de Hugo Moyano, como si éste fuera el protagonista excluyente de la medida de fuerza.
No fue lo que se vio en el escenario. No fue lo que se observó en la multitud movilizada. Los discursos fueron cortos y similares en extensión. Ninguno de los oradores sobresalió sobre los restantes. Hubo un protagonismo cuidadosamente distribuido: sectores diferentes hablándole a la muchedumbre. En las calles, repletas de manifestantes, se pudo observar a dirigentes y militantes de muy diversos espacios políticos, sindicales, sociales y culturales a los que hasta hace poco tiempo hubiera sido impensable verlos participar en un espacio común.
Se intentó aislar el acontecimiento definiéndolo como el acto de Moyano pero el dirigente camionero lo presentó como el acto de todos. Y fue una manifestación diversa y plural.
En el transcurso de la concentración hubo repetidas convocatorias a la unidad. Se sabe: para que un llamado a la unidad no sea un contrasentido debe haber varios sectores que lo justifiquen. No es posible ese llamado si hay un único sector: a la vez, el que convoca y el convocado. Por eso, esa convocatoria define las características del acto: sectores muy diversos, con posturas diferenciadas, con matices entre ellos, confluyendo en una acción común contra la aceleración del proyecto neoliberal.
De allí la importancia de este acontecimiento: fue un punto de inflexión en los procesos de construcción de una oposición amplia y diversa al gobierno nacional.
Se han constituido dos relatos en pugna en torno al acto del miércoles. En uno de ellos, el hecho no tiene historia ni futuro. No es un punto en una línea con un atrás y un adelante. Es un hecho aislado. No expresa los intereses múltiples de una amplia confluencia de fuerzas sindicales, sociales, políticas y culturales. Expresa el interés individual de un dirigente. Por supuesto, es el relato del gobierno, fiel a su postura individualista: no hay historia, no hay procesos sociales ni políticos, sólo hay individuos que expresan y defienden intereses particulares.
En el otro relato, del que nos sentimos parte, el acto del miércoles fue un nuevo mojón en la confluencia de un frente opositor amplio y diverso, el punto más alto, hasta ahora, de una línea histórica de movilización social y política que se profundizó con la sanción de la reforma previsional, que perjudicó a los jubilados y a los trabajadores en general. Desde esta perspectiva, el acto del miércoles abrió un espacio nuevo para la articulación de un discurso alternativo. La movilización no fue sólo expresión de las luchas del pasado sino un envión hacia un futuro con propuestas y nuevas iniciativas. No fue sólo un acontecimiento defensivo: abrió también mayores posibilidades para un discurso propositivo. Más aún: el llamado a la unidad difícilmente será efectivo si no es acompañado de propuestas alternativas con relación a las implementadas por el gobierno nacional.
Estoy convencido de que hay que ir a fondo y avanzar hacia una reforma constitucional. Es imprescindible modificar el funcionamiento de las instituciones de la República para que éstas acompañen procesos de transformación impostergables en nuestro país.
También habrá que definir muy claramente el modelo de inserción en el mundo globalizado, el rol del Estado, la política de derechos humanos, civiles y sociales, la política de defensa del mercado interno, de las pymes, el manejo de las importaciones, la administración del tipo de cambio, entre otros. Hay veinte o treinta puntos que requieren de un acuerdo previo.
El actual gobierno ganó las elecciones presidenciales con una ajustada mayoría de algo más del 51 por ciento. A ese resultado se llegó con el aporte de un sector fluctuante de la sociedad que se entusiasmó con las propuestas macristas de transparencia y de calidad republicana frente a toda la instalación que se hizo para descalificar la gestión del gobierno anterior.
Esos sectores hoy han comenzado a transitar el camino del desencanto. A ellos también debemos convocarlos a que se sumen a la construcción de un nuevo espacio.
Pero este desencanto no es el único problema con el que se encuentra el gobierno: en el interior de la coalición gobernante han comenzado a manifestarse crecientes tensiones que se suman a las previas dificultades para lograr mayorías parlamentarias, lo que deriva en una preocupante utilización de decretos de necesidad y urgencia.
Hubo un reciente pasado de movilizaciones populares. En esa línea se produjo el acto del miércoles. Desde ese día hay más futuro. Se ampliaron las posibilidades de construir un frente amplio y diverso. No sin contradicciones y tensiones, por supuesto. Pero con la plena convicción de que es necesario diseñar y llevar a la práctica una propuesta alternativa para, por lo menos, poner en pausa a la meritocracia neoliberal.
Ese es el desafío que tenemos por delante los que soñamos con construir una sociedad más justa, solidaria e inclusiva.