Hacia el Centenario del 18 por una nueva Reforma Universitaria que coloque a la Universidad en el Proyecto Nacional, Popular y Democrático iniciado el 25 de Mayo del 2003

26/04/2013



“La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica.
Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena
que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime.
Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana.”


La historia de nuestra educación superior y, en particular, de nuestras Universidades Públicas, tiene un acervo acumulado que puede considerar a la Reforma Universitaria como un momento fundacional en que fue duramente cuestionado el viejo orden universitario. Pero no se trató de un imprescindible y contundente ejercicio de crítica, sino que expresó verdaderas alternativas político-educativas y pedagógicas que prepararon el terreno para un modelo universitario.

Si bien el movimiento reformista no se desplegó homogéneamente- y coexistían en su seno distintas tendencias- expresó el objetivo de democratización de la Universidad articulándola a las necesidades del desarrollo social-,  promoviendo la creciente imbricación de la universidad y su entorno al servicio de las mayorías populares.  Este objetivo se combinaba con la promoción del pensamiento crítico, la democratización del gobierno universitario, la vinculación de la Universidad y la vida, la facilitación del acceso a la Universidad por parte de los sectores populares.

Hay una tradición valiosa que constituye un imprescindible punto de partida. Los años sesenta fueron escenario de la aplicación concreta de muchos postulados de la Reforma, y la institución universitaria alcanzó inéditos niveles de producción, formación y compromiso con el desarrollo social de la Nación y sus mayorías laboriosas. En los años setenta la Universidad Pública desarrolló una intensa labor de vinculación con los sectores populares. En todo caso, hay en nuestra fértil historia ejemplos a partir de los cuales pensar los desafíos del presente.

Y si hubo iniciativas innovadoras, audaces, de inspiración emancipadora hubo también, como contrapartida, experiencias de orientación opuesta. Y esto ocurrió tanto desde las políticas educativas como en las propias dinámicas internas de las Universidades.

Aunque el movimiento estudiantil que protagonizó la Reforma del 18 ya exigía la gratuidad de los estudios, recién en 1949 se logró esta conquista que entiende a la educación universitaria como un derecho social.

Desde sus orígenes el Sistema Educativo se estructuró de manera jerárquica y clasista. La política educativa desplegada por el Estado liberal oligárquico expresó una tendencia democratizadora en la defensa de una escuela pública común, laica, gratuita y obligatoria. Pero planteó desde el inicio -entre otras cuestiones- la fragmentación del sistema educativo. La educación primaria era un modo de construcción de hegemonía que contactaba con las demandas populares por más educación. Los niveles secundario y universitario se organizaron bajo la consigna de formar a las élites dirigentes. Y fue por esa razón que el sistema educativo constituyó un terreno de lucha entre los sectores del privilegio que proponían poner coto al acceso a la educación de las masas frente a las mayorías sociales que pugnaban por ampliar y extender este derecho. A tal punto se operó esta fragmentación que la Universidad aparece en la mayoría de las perspectivas aislada del Sistema Educativo, como si “sistema educativo” y “universidad” refirieran a dos ámbitos distintos, escindidos, y mutuamente excluyentes. De allí que propiciemos retomar la noción de “educación superior” más que de “universidad”, asumiendo la necesidad de recuperar la idea de “sistema educativo” como parte de, primero, un proyecto pedagógico que es, en segundo lugar, parte de un proyecto de país (sea en su versión de Patria chica o Patria Grande).

Las profundas transformaciones en curso hacen fluir profundos debates, impensados hace apenas una década. El estado general de inquietud y movilización también interpela a la Universidad y a la Educación Superior, poniendo en el centro una agenda de la cual no es posible sustraerse si quienes habitan las instituciones educativas sostienen una actitud de responsabilidad, acorde a los desafíos de esta coyuntura histórica.

Es imprescindible para eso propiciar una práctica reflexiva, asumir críticamente las contradicciones de las múltiples herencias culturales, ideológicas, institucionales que marcan nuestra identidad como sujetos de la educación formal, y más puntualmente de la educación superior universitaria. Calibrar esas herencias, establecer un mapa de recursos disponibles, de conflictos, de pendientes y posibilidades para desplegar desde nuestros lugares específicos a la batalla general por la transformación emancipadora del orden social. Es aquí donde cobra sentido y dirección el debate (y la acción) sobre la educación universitaria.


Por todo lo expuesto convocamos a configurar un nuevo Movimiento Universitario,  “El Centenario del 18”,  que agrupe a todos los miembros de la comunidad universitaria que se sienten parte del Proyecto Nacional, Popular y Democrático iniciado el 25 de mayo del 2003 con el fin de iniciar un proceso de debate, reflexión y construcción en torno a la siguiente agenda:

•    Repensar el sentido de la institución universitaria, articulándola al momento histórico de recreación del proyecto de unidad latinoamericana. Lo que está en juego aquí es la vinculación entre la educación y su contexto.
•   Reflexionar el actual desempeño de las funciones tradicionales de la universidad – formación, investigación y vinculación/extensión con el contexto- dando cuenta de los acervos valiosos y de las imprescindibles reformulaciones en este campo. Asumir la exigencia de rehacernos en función de dar repuesta a las necesidades y derechos de nuestro pueblo.
•   Debatir la relación de la Universidad y la Educación Superior hacia el conjunto del Sistema Educativo – especialmente el Formal, pero no sólo-.
•  Intercambiar información y análisis sobre los actuales mecanismos de gobierno universitario y de la educación superior de manera de ampliar y profundizar los niveles de participación protagónica de los actores involucrados en la vida de las instituciones. Promover también la participación de las organizaciones y colectivos que son afectados de una u otra manera por la institución universitaria.
•    Poner en el foco las políticas públicas y la política educativa para rearticular la manera de construir las políticas públicas, generando modos de democracia protagónica y participativa e involucrando a todas y todos en pensar un modelo de educación superior para un modelo de país basado en el principio de justicia, libertad e igualdad.
•    Aportar a un modelo pedagógico que constituya una suerte de Nueva Reforma pero articulándolo a una educación nacional (y, más precisamente, “gran nacional”) que, potenciando las luchas actuales desde dentro y fuera de las Universidades, pueda superar elementos aún presentes como la fragmentación, el aislamiento, la desvitalización, el autoritarismo, el tecnocratismo, la exclusión, la mercantilización y esterilidad epistemológica, cognitiva, política, afectiva y cultural.

Lo señalado hasta aquí nos permite advertir que, en este nuevo contexto histórico, nosotros como universitarios nos interpelamos para revisar nuestro propio lugar, nuestras prácticas y los dilemas y complejidades de la red institucional educativa – especialmente en lo referido a las universidades que habitamos-, de la política educativa, de las futuras configuraciones de la educación superior.

El hecho de que tengan vigencia legal dos de las tres leyes que constituyeron la arquitectura jurídica del neoliberalismo (la Ley 24.049 de “Transferencia de los servicios educativos de la Nación a las provincias...,” y la Ley 25.521 “de Educación Superior”) da cuenta de las asignaturas pendientes en materia de política educativa y también de la política educacional.

Estas líneas son un primer posicionamiento que recupera los legados valiosos de la tradición universitaria, asume aquellas rémoras del pasado que atentan contra una educación superior emancipadora, recrea una agenda y una propuesta que ponga a nuestras instituciones educativas en línea con las aspiraciones y sueños de una sociedad igualitaria.
    
Lo hacemos como actores individuales y colectivos, y este primer diagnóstico plantea las preguntas por un programa universitario; con  puntos de partida (valores, criterios y objetivos compartidos); con  modos flexibles de organización; con una praxis -entendida como acción reflexiva que imbrica teoría y práctica-; y con  líneas de acción para lograr una educación superior asociada a un proyecto emancipador de sociedad.
 
Este espacio que pretendemos configurar y desarrollar nace con el compromiso por contribuir a  una construcción amplia, plural, transformadora, emancipatoria desde la educación superior, de la educación superior, para la educación superior como afluente a la edificación de un presente y un futuro de dignidades y justicias.


Movimiento Universitario “El Centenario del 18”

ESPACIO UNIVERSITARIO PSOL- PARTIDO SOLIDARIO
EN FRENTE NUEVO ENCUENTRO
ABRIL DEL 2013