Minuto Uno | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Podría haber parecido que Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), vino a nuestro país a hacer turismo: vio un partido de polo, luego un superclásico (con la camiseta de River), ya que estaba se fue a las Cataratas con el marido (volvió bronceada) y coronó su tour bailando tango en Buenos Aires. Pero no, su visita coincidió con la reunión de los ministros de finanzas y presidentes de bancos centrales del G-20. Como era de esperar, los popes de las finanzas mundiales nos dejaron un recetario que no hace más que poner en palabras la política que lleva en el país el gobierno de Mauricio Macri, como si fueran ellos mismos quienes gobernaran.
En el comunicado oficial reivindican el libre comercio, lo cual resulta inevitable ya que ese es su dogma de época, sin embargo no pudieron evitar expresar su preocupación por el riesgo que implica la "creciente volatilidad de los mercados". Piden reformas estructurales drásticas, aunque a su vez, celebran el gradualismo, asumiendo que tienen una contradicción entre su objetivo estratégico y su táctica coyuntural de no radicalizar aún más sus políticas.
Mientras tanto, durante esa semana el Banco Central de la República Argentina se la pasó vendiendo reservas para tratar de que el dólar no siga engordando los colchones justo cuando había visitas de la Casa Central. Y para peor advierten: "Nos abstendremos de devaluaciones competitivas", aunque esta aseveración no goza de credibilidad.
También reparan sobre el aumento de los niveles de deuda, justo cuando el Indec anunciaba que la deuda externa argentina había crecido 52.000 millones de dólares en 2017 y que el Ministro Luis Caputo había vuelto de Nueva York diciendo que ya no nos íbamos a endeudar más en el exterior. De hecho, los datos indican que se pinchó la entrada de capitales especulativos. En febrero se registró la cifra más baja en siete meses, ocho veces inferior al nivel alcanzado en septiembre. El diario La Nación aprovechó para considerarlo un mérito, algo así como el fin de la bicicleta financiera por haber bajado un "pelito" la tasa de interés, pero la realidad es que los mismos especuladores de la bicicleta son cada vez más reacios a venir a nuestras playas.
Otro gran tema es la sequía. Las nuevas estimaciones indican que perderemos 3.400 millones de dólares. Tampoco el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne quiere traer su patrimonio que radica en el exterior del país, al igual que sus congéneres del gabinete.
Mientras el Banco Central quemaba reservas para frenar la fiebre verde, el presidente Macri sintió que debía comunicar a la población su pensamiento. Después de haberle dicho a los granaderos que Rivadavia trajo los restos de San Martín cuando el vilipendiado primer Presidente ya había partido de este mundo; dijo que en su primer año la inflación fue 35%, cuando el Indec oficializó 40,5%. Eso sí, confesó que "está bajando pero menor a lo que imaginé y soñé". Se aprecia que, en materia de precios, los sueños del Presidente no se cumplen.
Continuando con las realidades imaginarias, Macri dijo que las offshore, o sea las guaridas fiscales, son para organizar inversiones y que un funcionario público no puede andar dando explicaciones, ya que si no enloquece.
El Presidente insiste también con el tema turístico. En tal sentido, podría pensarse que si quiere fomentar el turismo podría decirle a su amigo inglés Joe Lewis que devuelva el lago Escondido, así todos lo visitarían e ingresarían más dólares al país.
A pesar que el PBI creció 2,9% en 2017, la economía no levanta. La balanza comercial de febrero mostró un déficit récord de 903 millones de dólares, 1.872 millones en el primer bimestre. En enero, las ventas en shopping subieron 4% respecto al año anterior, pero las de supermercados cayeron 3,1%. Eso muestra a las claras que el (magro) crecimiento es para los más pudientes, no para los que sólo pueden ir de shopping al supermercado.
Y se vienen las Pascuas. Los productos que se consumen en estas fiestas llegan con aumentos muy superiores a la meta del 15% que le piden a los salarios: pescado 44%, rosca de pascua 50%, huevitos de Pascua 60%. Encima vienen con sorpresa: en abril suben el gas, el colectivo y los trenes.
No faltará quien asocie todo esto a una suerte de vía crucis, pavimentado de tarifazos y ayunos obligados.