Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Todo es cambio en Elisa Carrió. Todo es desplazamiento. Se mueve electoralmente, desde hace años, por amplias geografías: fue, en sus orígenes, diputada por el Chaco, luego legisladora nacional por la Ciudad de Buenos Aires y hasta la semana pasada dudaba si ir ahora como candidata por la provincia de Buenos Aires o por la Ciudad Autónoma.
Se mueve políticamente, desde siempre, con la velocidad con la que cambian sus orientaciones ideológicas: de ese modo, sus proyectos partidarios se arman, se desarman y se vuelven a armar. Y su historia reciente es la de un acumulado de estructuras organizativas que quedaron en el camino. En su gesta sacrificial, todo lo construido es rápidamente desarmado y sus estructuras políticas sufren de una instantánea velocidad de obsolescencia.
Inicialmente integró la UCR con Raúl Alfonsín, luego fue parte de la Alianza, posteriormente fundó Argentinos por una República de Iguales (ARI), a continuación Afirmación por una República Igualitaria (Coalición Cívica-ARI) y desde allí formó parte del Acuerdo Cívico y Social, UNEN y Cambiemos. Toda esta constante deriva fue acompañada con peleas y alejamientos.
Todo es cambio en Elisa Carrió. Todo es desplazamiento. Salvo un aspecto que no varía: la dirección de esos cambios. Es decir: su deriva constante hacia posiciones de derecha, su tránsito hacia el neoliberalismo, su marcha directa y continua hasta transformarse en la candidata del macrismo en la Ciudad de Buenos Aires, en una elección donde éste busca acopiar legitimidad y envión para profundizar el ajuste.
Si gana, será una de las que le aporte poder e iniciativa a Mauricio Macri para llevar a fondo su plan neoliberal.
Sin embargo, Elisa Carrió se presenta –en entrevistas recientes– resaltando sus diferencias con el macrismo y sus aliados. Aparece con críticas a Jaime Durán Barba, a María Eugenia Vidal, a Jorge Macri, a Cristian Ritondo, a Ricardo Lorenzetti, a Daniel Angelici, a los diputados de Cambiemos, al propio Macri.
Elisa Carrió se define con relación al macrismo –al que representará electoralmente– a partir de sus diferencias y no de sus acuerdos. Ello le permite ocupar los dos campos en simultáneo: el de oficialismo y el de oposición. En su lógica del desplazamiento permanente, la candidata porteña por el macrismo se sitúa en un lugar híbrido y creativo: el de integrar el campo oficialista con un discurso opositor.
Su lógica de conversión, de cambio continuo, la detuvo, esta vez, en un lugar impreciso: el de ser una cosa y otra cosa en simultáneo. Pero sólo debería ser una de ellas.
Así, incorpora al macrismo recursos que éste no tiene: discursos críticos que pueden retener o recuperar voluntades o votantes en migración hacia otras ofertas electorales, tras las duras políticas implementadas por el gobierno.
Paradójicamente, esos discursos críticos, de ser efectivos, podrían contribuir a un triunfo electoral que reforzaría el giro del gobierno hacia un plan de ajuste más decidido y permanente. Los que votan lo crítico que hay en ella –sus críticas al gobierno– reforzarían lo que critican, es decir, al mismo gobierno. La candidata a diputada intenta constituirse, por esta vía, en un mecanismo sutil de conversión del sentido del voto.
Concentrada en denunciar, diferenciarse con relación a su propio gobierno y relatar la trama de internas del Palacio, Elisa Carrió no emite una sola palabra sobre los efectos del plan neoliberal en marcha. Ni tampoco abunda en propuestas ni en proyectos. La narración de sus diferencias internas con el macrismo que integra y sus continuas denuncias judiciales ocupan el lugar que debería tener la propuesta política, entendida como el contrato electoral entre el candidato que propone lo que va a hacer y la sociedad que decide, o no, votar lo que éste le propone.
Por eso, es lógico preguntarle a Elisa Carrió por sus acuerdos con el gobierno que integra. Y por su posición con respecto al plan de ajuste que se anuncia para después de las elecciones, si el macrismo resulta victorioso.
En una reciente entrevista con el diario La Nación, la candidata a diputada oficialista por la Ciudad de Buenos Aires declaró: “la sociedad debe entender que soy brutalmente sincera…”
Bien, entonces le pedimos que diga, con toda la sinceridad que se autoadjudica, qué piensa de las políticas económicas que actualmente aplica su gobierno y qué posición tiene con respecto al ajuste que se anuncia para después de las elecciones.
Hoy, lejos de esto, mientras más se asume como candidata de Macri en la campaña electoral porteña, más se diferencia del gobierno nacional.
Parece un modo novedoso de volver sobre aquella frase: “Si decía lo que iba a hacer no me votaban.”
Esta nueva variante de aquella declaración consiste en darle mucha visibilidad a las diferencias con el gobierno en aspectos de diverso orden, mientras el acuerdo relevante y estratégico -la profundización de las políticas de ajuste neoliberal- se oculta o se disimula. Dime de qué no hablas y te diré quién eres.
La totalidad del “mundo Carrió” acontece dentro de los medios. Una totalidad integrada por todo lo que muestra pero también por todo lo que no dice.
Es la crónica de un señuelo anunciado: si la candidata por el macrismo gana la elección, su mismo triunfo –junto al triunfo del resto de los candidatos oficialistas– será un instantáneo programa político, el de la profundización inmediata del ajuste. Y los votantes que la hayan elegido por sus discursos críticos se encontrarán con un escenario en el que su voto será utilizado para legitimar e impulsar, con nuevas fuerzas, el proyecto neoliberal y el ajuste.