Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Otra vez un expresidente de derecha, que ahora no se molesta en mostrarse como socio de la ultraderecha, manifiesta su voluntad atávica por privatizar empresas públicas. Una vez más, una funcionaria de un partido neoconservador que gobierna la Ciudad Autónoma de Buenos Aires exterioriza un agravio, esta vez dirigido a los empleados públicos. Nuevamente se intenta convertir a la escuela pública en un espacio de negocios, con empresarios que reemplazan a los docentes siguiendo el “sistema educativo dual” de Alemania. Los alumnos de las secundarias estatales se constituirían como “aprendices” gratuitos para ser empleados a futuro. Se trata de un vulgar y patético engaño privatizador, bien sazonado con palabras modernas de Estados capitalistas “modernísimos”. Completaría el menjunje anti-estado vender lo poco que queda de tierra pública en un distrito tan rico como desigual. El ataque a todo lo que sea público, si bien es una antigua moda impuesta universalmente en los tiempos de Margaret Thatcher, hoy se exacerba sustentado en la propaganda pertinaz de los editorialistas de los medios del gran empresariado que cumplen con el mandato de propagandizar esa línea anti-estado. El choque entre el discurso y los resultados de ese proyecto para la vida de los pueblos no altera su determinación por sostenerlo, ya que surge de las entrañas de sus intereses económicos y de su afán de dominio político. Todo indica que el ideario del Consenso de Washington, antes con democracias restringidas o dictaduras, intenta ahora retornar incorporando atributos de autoritarismo y odio.
La fuerza especial de los medios concentrados se afana en potenciar y embellecer a políticos como Macri, Larreta, Acuña, Bullrich o Milei y Espert que se inspiran y copian a los republicanos del tea party o a sus admirados ultraderechistas españoles de Vox y el Partido Popular. Lo principal es que, tras sus juramentos, ahora universalizados, estos fundamentalistas alimentan la estrategia anti-estado y la cruzada anti-impuestos, como renovada táctica para ocultar las super ganancias de los oligopolios, rechazando cualquier política tributaria progresiva que vehiculice una salida de la crisis social generada por ellos mismos. No se trata de una escaramuza, o alguna provocación formulada en formato agresivo y descalificante. En realidad, responde a un deliberado sentido ideológico que se propone actuar sobre la subjetividad de la ciudadanía con el propósito de que ésta asuma acríticamente su discurso, contrario a sus propias necesidades, demandas y aspiraciones culturales.
¿Cómo entender que una Ministra de Educación, más parecida a una Ministra de la Ignorancia, pueda vociferar presuntuosamente que el Estado es el único lugar donde la gente puede trabajar sin haber estudiado, contradiciendo los datos oficiales que indican que es en el sector público donde hay mayores porcentajes de empleados con título universitario?¿Cómo puede comprenderse que el expresidente Macri (que endeudó al país en 150 mil millones de dólares, entre prestamistas y el FMI, fabricó millones de pobres, redujo el Ministerio de Salud al rango de Secretaría y desfinanció programas como el Conectar Igualdad) hoy le advierta impertérrito a la ciudadanía que si vuelve a ser mandatario lo primero que haría es privatizar Aerolíneas Argentinas porque un avión es un taxi que vuela?
¿Cómo se explica que el gobierno neoconservador que administra la CABA desde hace 14 años utiliza a la educación como instrumento de marketing político, cuando ha hecho un cruel recorte de casi 10 puntos del presupuesto en lo que va de su gestión? ¿Cómo entender que, tras un discurso de modernización, el gobierno porteño pretenda cerrar los profesorados fundados hace más de un siglo y concentrarlos en una sola universidad, o que se propongan modificar el estatuto docente sin consultar con los gremios?
También resulta incongruente que intenten vender la ribera porteña al capital inmobiliario destruyendo el medio ambiente con títulos pomposos como “Distrito Joven”.
Como consecuencia de este desprecio discursivo por lo público, en la ciudad ya más de 500 hectáreas fueron cedidas, concesionadas o vendidas al capital privado, 57 mil pibes se quedaron, solo este año, sin vacantes entre los niveles inicial, primario y secundario, por la ausencia de inversión para fundar escuelas. Las acciones anti-estado también se manifiestan en las políticas de salud que sufren recortes presupuestarios permanentes. En estos días se realizó un paro de médicos y enfermeros reclamando por su sueldo y su reconocimiento como profesionales, con el agravante de que aún en situación de pandemia hayan despedido a 150 de ellos y ellas. Al mismo tiempo, hablamos de una ciudad de 3 millones 50 mil habitantes que en junio del año pasado exhibía el lastimoso dato de 817.000 personas en situación de pobreza, de los cuales 290.000 son indigentes. Además de otros núcleos de clase media, que ahora se tipifican como “vulnerables”, en plena caída de sus niveles de vida y expectativas de crecimiento.
La ideología de Macri, Larreta, y su Soledad Acuña, al igual que Bullrich y Milei, hunde sus raíces en los discursos martinezdehozistas y menemistas, primeros cultores del discurso y las acciones de desprestigio a lo estatal y a cualquier política impositiva que grave a los millonarios de todas las épocas. Siguiendo aquellos derroteros hoy lo recrean con expresiones como: “Caer en la escuela pública” “¿Para qué hacer universidades si los pobres no llegan?”, “Los docentes son fracasados y tienen un bajo nivel socio económico”, “Es tarde ir a buscar a los chicos que dejaron la escuela porque deben estar tirados en un pasillo de una villa o en el narcotráfico”. Estos “pronunciamientos” se difunden y potencian desde los medios de comunicación hegemónicos, con el propósito de debilitar el concepto de lo público para desarmar toda posibilidad de amalgamar un consenso ideológico y simbólico que se proponga democratizar la riqueza para desplegar indispensables acciones sociales y culturales a favor de las mayorías.