Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
La apertura de las sesiones ordinarias del Congreso tiene como propósito constitucional que el presidente realice un informe del estado de la Nación y, fundamentalmente una perspectiva para el año parlamentario que comienza. Sin embargo, asistimos a una impúdica escenificación teatral televisiva de apoyo absoluto a Milei, a su discurso provocador y amenazante a los parlamentarios, tanto a los opositores de UxP como a los de los bloques que no se le subordinaron y votaron en contra de la ley “para el olvido”, inflingiendo una dura derrota al proyecto destructor del Estado.
El Presidente y su círculo áulico se propone arrastrar a empujones y extorsiones a la oposición “dialoguista”, negando el choque que se va generando por la reacción social, más aún si tenemos en cuenta que, según el propio Milei, en abril y mayo, “tocaremos fondo”. Es decir que para esos meses serán muchos más los pobres y hambrientos (que ahora llaman indigentes) que engrosen oprobiosamente las estadísticas, sean de la UCA o del INDEC. Serán muchas más las pymes y comercios que cierren y despidan personal, continuará el deterioro salarial de las jubilaciones y cualquier ingreso fijo, arrasados por la inflación post devaluación récord del 128 por ciento.
La propuesta del Presidente solo tiene 10 títulos, muy parecidos al fracasado Consenso de Washington de principios de los ‘90. Los gobernadores, dependiendo del signo político y su relación con la Casa Rosada, van tomando distintas posturas: los aliados o “amigables” estarían de acuerdo bajo la inspiración manifiesta del PRO y Mauricio Macri, los “dialoguistas” saludan el convite pero aclaran que tiene que haber consenso y no imposición; y quienes fueron votados para llevar adelante políticas opuestas a las de Milei, fueron contundentes: el pacto es una extorsión para legitimar el plan económico antipopular explicitado brutalmente en la ley ómnibus; si no se acepta a libro cerrado habrá enfrentamiento: “si buscan conflicto, conflicto tendrán”, se despachó el Presidente. Milei intenta que esta movida transforme la derrota política de la ley ómnibus en triunfo sobre la base del chantaje, utilizando los fondos públicos pertenecientes a la Nación y a las provincias contra las provincias “culpables”. La convocatoria a Córdoba se propone fracturar los movimientos de unidad que mostraron los gobernadores, especialmente los patagónicos. Quienes no trepidaron en salir a festejar eufóricos el índice de títulos neoliberales que componen “los 10 puntos del nuevo orden argentino” fueron las corporaciones. La AmCham (Cámara argentino-norteamericana), calificó de “hito” al pacto, que también gozó de un fuerte respaldo de UIA, AEA, IDEA, Adeba, ABA, CAC, Cicyp y Camarco; todo lo cual no deja dudas sobre el sentido político del mismo y, especialmente, sobre quienes saben que serán los ganadores. El apoyo orgánico y político del establishment es notable; a estos engolados señores no los perturba que el presidente diga que el parlamento es un nido de ratas o que están todos ensobrados. Cuando huelen a saqueo rápido de los bienes públicos, y la posibilidad de que se arrasen con los derechos laborales y sociales, sus discursos republicanos pasan al arcón de los recuerdos. Concluyen “amorosamente”: “el pacto nos llena de esperanza”, “los 10 puntos coinciden con nuestras propuestas”, confesando que el plan mileista es el de ellos. No trepidan en convocar a la grandeza patriótica: “rogamos a todos los sectores políticos a dejar diferencias”. Algo así como: todos con Milei y el nuevo orden. La jugada del presidente busca además gambetear la crisis social en ciernes, con una iniciativa que va más allá de la concreción del pacto. Su principal tesoro, el Mega DNU, sigue vigente, como espada de Damocles que pesa sobre la sociedad, aunque la dinámica política va llevando también a que el Senado liquide ese engendro anticonstitucional.
Con lo dicho y anunciado durante el discurso inaugural, Milei continúa con su desvalorización de todo valor democrático, y con su ciega ofensiva, para consolidar el plan de las grandes corporaciones locales y extranjeras. Ahora lo hace usando una extorsión abierta y primitiva para imponer “los diez principios del nuevo orden económico argentino”, que no son otra cosa que una vulgar remasterización del “fin de la historia”. Un fukuyismo a la violeta, que deshistoriza y esconde que la verdadera decadencia de la argentina tiene origen en ideas y políticas que hoy se revisten de modernas, pero que son las viejas y fracasadas de las oligarquías, ahora neoliberalizadas. Milei se propone una refundación luego de la fase “decadente” del capitalismo argentino, ocultando a los verdaderos culpables: la dictadura cívico militar, el menemismo corrupto y el macrismo.
Por último, sobre el show en el parlamento: el sesgo violento y descalificante contra sus enemigos, con el paquete de aplaudidores, cánticos y gritos excitados para transmitir una épica en el que el dispositivo televisivo anuló a la oposición. Se eliminaron los rostros del disenso, los de la indignación, especialmente cuando insultó la memoria de nuestro pueblo con aquello de los “30 mil de verdad”. También se ocultó lo que sucedió afuera, en las calles, con las cacerolas, la movilización apostada en las vallas para repudiar el ajuste y a su mentor. El anuncio del cierre Télam está ligado a una actitud autoritaria y ajustadora anti estado y contra las y los trabajadores, utilizando la máscara del déficit cero.
Toda la teatralización será coronada por el Pacto de Mayo al que el pueblo no fue invitado pero sí aquellos que Milei señala como la “Casta”. Si en poco más de 75 días la pobreza pasó del 44,7 por ciento al 57 por ciento y la indigencia trepó al 23,8 por ciento ¿cuáles serán los guarismos por entonces? El presidente apuesta a que el pueblo empobrecido y abrumado mirará lo que se cocine de aquí a mayo o con la ñata contra el vidrio. Todo indica que se trata de un pronóstico voluntarista. Lo que habrá será un crecimiento de la protesta en las calles. Antes de mayo, viene marzo: el 8M y el 24M sin dudas serán grandes demostraciones de fuerza de una sociedad que rechaza el ajuste, el odio, la misoginia y el desprecio por los derechos humanos, la Memoria, la Verdad y la Justicia que encarna el actual gobierno.