Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
Se confirmó el avance de la tendencia a la desaceleración de la inflación que se había comenzado a observar en el mes de mayo. En junio el IPC registró una variación del 6%, bastante por debajo del pico de abril (+8,4%), y ya está en la línea del ritmo que tenía en el mes de enero.
La desaceleración respecto del mes anterior fue generalizada al interior de sus divisiones (10 de un total de 12) y la inflación denominada núcleo, que no incluye precios estacionales y regulados, se ubicó en un 6,5%, el valor más bajo desde enero. En la división de Alimentos y bebidas no alcohólicas (que marcó un 4,1% en junio a nivel nacional y un 3,1% para el subrubro de alimentos en el GBA) incidió principalmente la desaceleración de las verduras y frutas: según el Banco Central, este comportamiento fue un reflejo de que se fueron disipando los efectos adversos de la sequía, que en los meses previos (febrero, marzo y abril) habían presionado al alza.
Si bien sigue siendo un valor muy alto, la evolución nos muestra que la desaceleración gradual es una meta posible y que puede conseguirse sin tener que recurrir a las políticas de ajuste. Adicionalmente, la Secretaría de Comercio acordó con el sector farmacéutico mantener los precios de los medicamentos por debajo de la evolución de la inflación hasta fines de agosto próximo.
De todas formas, no debemos olvidar que uno de los principales generadores de la inflación en nuestro país es la puja distributiva, impulsada por los grandes conglomerados formadores de precios.
En este marco, la autoridad monetaria mantuvo sin cambios la tasa de referencia, debido a que “la política de tasa de interés del Banco Central busca generar retornos reales positivos sobre las inversiones en moneda local, con el fin de preservar la estabilidad monetaria y cambiaria”, pero al mismo tiempo también mantuvo las tasas subsidiadas para los préstamos al sector productivo y al de consumo.
En materia monetaria, hay candidatos que afirman que le van a “poner una bomba” al Banco Central y otros más “moderados” que dicen “vamos a prohibir que el Banco Central emita”, aunque en definitiva van por lo mismo: que el país renuncie a las herramientas de política monetaria, una de las principales funciones que tiene todo banco central. En sus recientes nueve propuestas para una Argentina sin inflación, el precandidato presidencial de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, habla de “modificar la Carta Orgánica del Banco Central por ley para que sea realmente independiente” y también proyecta unificar los tipos de cambio dentro del “primer año de gobierno”. Esta unificación no es otra cosa que devaluar, aunque en otro de los puntos de su propuesta antiinflacionaria se muestra preocupado porque “las devaluaciones constantes también generan inflación”. Es una contradicción en términos de políticas y objetivos que revela una falta total de coherencia.
En lo fiscal también se observan definiciones importantes de Larreta que nos llevan a la siguiente reflexión: cuando alguien promete eliminar retenciones y bajar otros impuestos, y en simultáneo habla de llegar al equilibrio fiscal, lo que está diciendo es que recortará fuertemente los gastos previsionales y sociales. Si no, la ecuación no cierra. Este es el corazón de las propuestas económicas de los candidatos de JxC.
Por el contrario, cuando el miércoles pasado el ministro de Economía, Sergio Massa, anunció la línea de crédito para los jubilados desde $5 mil a $400 mil, a una tasa del 29% anual, y en hasta en 48 cuotas, está asumiendo un costo fiscal para llevar un alivio al bolsillo de los jubilados y también para cuidar el mercado interno. Junto con otras medidas, forma parte de un esquema integrado de política fiscal, financiera y también monetaria, que pasa por administrar los recursos con los que cuenta el Estado, los que recauda y los que tiene acumulados. De hecho, el alivio será posible gracias a los recursos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES, en particular por la ganancia que generó el canje de bonos en dólares por bonos duales durante marzo, que se decía sería un fracaso e iría en contra de los/as jubilados/as, algo que no sucedió.
Está claro que hay dificultades, que el contexto de sequía no ayuda y que todo se complejiza con la presencia del FMI. La gestión de las políticas públicas nunca es sencilla, pero no se debe perder de vista lo esencial, que es el “para quién” se gobierna. Es el punto central de la disputa que hay entre los dos modelos y que tendrá un momento clave en las próximas elecciones.