El derrame tiene nombre: desocupación

10/05/2016

Se largó la temporada de despidos y suspensiones

ENE

La Tecl@ Eñe - Revista Digital de Cultura y Política | Opinión

Por Juan Carlos Junio

La orientación ideológica de Cambiemos tiene por fin reinsertar a nuestro país en la matriz neoliberal de negocios y exclusión que opera a escala global hegemonizada por las corporaciones financieras, sostiene Juan Carlos Junio. Se trata de una transformación radical en el modo de regulación estatal y de relacionamiento con el mundo cuyos ejes pasan por la aplicación descarnada de las políticas neothatcherianas, el libre mercado y la subordinación irrestricta a la diplomacia y a los intereses de las potencias hegemónicas capitalistas.

En los últimos cinco meses las políticas gestionadas desde el gobierno macrista con sus ministros, representantes directos del “círculo rojo”, se sucedieron vertiginosamente. En paralelo, se verificó una violenta ofensiva de la asociación mediático-judicial, tendiente a deslegitimar al anterior gobierno, con la viscosa “herencia recibida” y, en última instancia, a cualquier práctica que apunte a la continuidad de las políticas de distribución de ingresos y de estímulo al consumo y al mercado interno.

Esta orientación no sorprende, ya que apunta a reinsertar de lleno a nuestro país en la matriz neoliberal de negocios y exclusión que opera a escala global hegemonizada por las corporaciones financieras. Se trata de una transformación radical en el modo de regulación estatal y de relacionamiento con el mundo. Los nuevos ejes pasan a ser la aplicación descarnada de las políticas neothatcherianas, el libre mercado y la subordinación irrestricta a la diplomacia y a los intereses de las potencias hegemónicas capitalistas.

En el plano de las relaciones con el mundo se destacan la rápida apertura de las importaciones, la eliminación de las regulaciones cambiarias y el reciente acuerdo con los fondos buitre. La estrategia propone ganar la “confianza” de los mercados, que arrimarían sus inversiones, mientras que la generación de empleo vendría luego, por añadidura. Este perimido razonamiento ortodoxo de “efecto derrame” fracasó en la Argentina de Menem, de la Alianza, y en la Europa del presente su aplicación tiene efectos sociales desastrosos. La experiencia indica que la volatilidad cambiaria y los elevados pagos de intereses por la deuda, ahora nuevamente acrecentada, aumentan el déficit fiscal, y con ello surgen las presiones para un mayor ajuste interno. O sea, el círculo vicioso típico del modelo de los grandes oligopolios multinacionales, las sociedades rurales y los financistas.

La fuerte recesión de la actividad económica de los países centrales y la desaceleración de las economías emergentes y en desarrollo indican que se trata de una estrategia funcional a los centros de poder mundial, ya que las potencias capitalistas están urgidas por colocarnos su producción excedente, lo cual repercute negativamente en toda la producción nacional, particularmente en la actividad de nuestras PyMEs. En resumen: en el corto plazo se viene la timba financiera y la caída de recursos destinados a defender el trabajo y la producción.

A nivel interno, la eliminación y quita de retenciones implicó allanarse rápidamente a las exigencias de la Sociedad Rural, transfiriéndole una enorme riqueza del Estado. En la misma línea, se inscriben la suba de las tarifas y la eliminación de los controles de precios, tras lo cual las corporaciones formadoras de precios desataron una violenta remarcación. Estas decisiones amplificaron los impactos de la devaluación, desmintiendo aquella temprana advertencia del actual ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay del mes de noviembre, de que los precios no aumentarán, ya que estaban en el valor del dólar ilegal de entonces, cercano a los quince pesos. Se inauguró así una primera fase de recomposición de la tasa de ganancia de los grandes grupos empresarios a costa de las mayorías que perciben ingresos fijos. Las autoridades denominan eufemísticamente a este proceso “reacomodamiento de precios relativos” y sostienen que “los resultados están produciéndose y que aún queda mucho por hacer”. En buen romance, significa que para cristalizar y avanzar incluso más aún en este reparto, es imprescindible la generación de un sustancial bolsón de desocupados que presione sobre la conducta de los que tienen trabajo.

La estrategia es deliberada y opuesta a la gestión del anterior gobierno, que generaba herramientas de estímulo del mercado interno y que en los momentos de crisis priorizaba la defensa del trabajo actuando decididamente contra los despidos. Las estadísticas son contundentes y muestran que durante el lapso 2003-2015 el desempleo pasó de cerca del 20% al 5,9%, muy lejos del supuesto fracaso que intenta mostrar el nuevo gobierno.

La política laboral del gobierno de CEOs de las multinacionales es clara. El rechazo del Pro y del radicalismo a la ley antidespidos es la cruda demostración de que el macrismo está decidido a ser el gobierno de los ricos y las grandes empresas. Algunas de sus últimas medidas no buscan solucionar los problemas de fondo, sino que son apenas paliativos. El proyecto del plan Primer Empleo, que se basa en la reducción de aportes patronales, es una herramienta que fracasó en el mundo entero y en particular aquí en los años noventa, ya que no aportó en nada a la generación de nuevas fuentes de trabajo y, en cambio, favoreció la desfinanciación severa de la seguridad social.

Desde mediados de noviembre a la fecha los despidos suman más de 140 mil, una cifra impactante si se tiene en cuenta que la desocupación a finales de 2015 estaba algo por encima del millón de personas. Ahora, sin la necesidad de recurrir al malabarismo de los tiempos electorales, el gobierno se sinceró al afirmar que se sentiría cómodo con un desempleo a partir de los dos dígitos. Los despidos en el sector público marcaron inicialmente el pulso y el comienzo de la temporada de cesantías y suspensiones también en el sector privado. Prat-Gay había sido el primero en sincerarse al señalar, unos meses atrás, que “cada sindicato sabrá dónde le aprieta el zapato y hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleos”.

Afirmando esa línea de pensamiento, el editorial de La Nación del 26 de abril reclama la flexibilización laboral y la tercerización “que crean modalidades atractivas para generar nuevo empleo”, a la vez que rechaza “la centralización de las negociaciones de salarios y de las condiciones de trabajo entre un sindicato único por actividad y la representación sectorial empresaria”. O sea propone abiertamente la eliminación de las paritarias.

En el plano de la política, la primera gran movilización social de hace un par de semanas y la iniciativa parlamentaria que puede generar una importante derrota política al macrismo, conforman un nuevo momento; un punto de inflexión que da inicio al protagonismo del pueblo como eje de la construcción de una fuerza política social y electoral, que frene al aluvión de la derecha conservadora contra las mayorías populares.

 

Nota publicada en La Tecla Eñe el 10/05/2016