Esta nota fue publicada en la Revista Debate el día 17.02.2012
Artículo publicado por: Carlos Heller
Es sabido que el principal enfoque de los economistas ortodoxos es criticar el déficit público. Sin embargo, con una postura extrañamente inversa, algunos economistas a quienes podríamos definir como “neoliberales pseudoprogresistas” reprochan el superávit financiero del Presupuesto 2012, que alcanzaría los 4.200 millones de pesos. La crítica se funda en que acercándonos a un año en que seguramente impactará la crisis internacional, el Gobierno planee tener un superávit fiscal cuando debería aplicar medidas anticíclicas y, por ende, incurrir en déficit fiscal.
Llama la atención que realicen estos reparos a un gobierno que se caracterizó por tomar gran cantidad de medidas anticíclicas en la crisis 2008/2009, que permitieron una rápida recuperación de la economía en 2010.
Si se analizan las resoluciones que estos economistas neoliberales sugieren implementar, surge veladamente el ajuste, pues siguen criticando el elevado nivel de gasto, persiguen la liberalización de los mercados, apelan a favor de menores impuestos a los ricos y a las grandes empresas -como los republicanos en Estados Unidos-, y proponen eliminar las retenciones o dejarlas en una mínima expresión sólo para la soja.
Pero además, en su concepción, ese déficit del Gobierno se resolvería tomando deuda en el exterior, es decir, endeudando al país y generando pingües ganancias a los inversores internacionales y nacionales. Pues la tasa disponible para la Argentina es altísima, con un riesgo país que no se justifica, ya que nuestra nación viene pagando puntualmente y posee un bajo endeudamiento con el sector privado y los organismos internacionales, el 20% del PBI.
Colocar el interés exclusivamente en el déficit fiscal es desviar el verdadero centro de la cuestión, que es la asignación del gasto, cómo se adjudica a los distintos sectores, si tiene un efecto redistributivo positivo, cuál es el nivel de gasto social.
Es lo mismo que la oposición hizo en la discusión del Presupuesto Nacional: se enfocaron en cuestionar las proyecciones de crecimiento e inflación y no repararon en ningún momento en que el 60% del total del gasto se destina a servicios sociales.
Si se parte de la necesidad de un determinado nivel y orientación del gasto, y con los recursos existentes, el déficit es sólo una contingencia.
Resulta importante resaltar que una política de déficit fiscal es adecuada para salir de la crisis, para períodos breves pero, en el largo plazo, un país tiene que proyectar un equilibrio fiscal. De no ser así, la política de números en rojo lleva al endeudamiento y al sometimiento a los acreedores.
Dentro de estos temas, los economistas ortodoxos vernáculos son especialmente sensibles a la utilización como ingresos del sector público nacional de las ganancias del BCRA y de la ANSES, y hasta llegan a considerarlos parte del déficit fiscal, un absurdo contable y económico.
Es un enfoque que no tiene ningún fundamento. Respecto de las utilidades del Banco Central, los economistas aludidos parten de la idea de que la autoridad monetaria debe manejarse independientemente del poder político, un despropósito en términos de soberanía e, incluso, de democracia. Pero estos economistas locales no tienen en cuenta que es norma de la Reserva Federal (Fed) el entregar todos los años al Tesoro estadounidense las utilidades obtenidas, como lo hizo por 79,3 y 76,9 miles de millones de dólares en 2010 y 2011.
Es totalmente lícito y correcto que se utilicen como ingresos las ganancias del Banco Central, porque éste es propiedad del Estado, y al Estado deben volver sus ganancias. Lo mismo sucede con la ANSES, que es parte inseparable del sector público nacional.