Perfil | Opinión
Por Carlos Heller
En la semana se llegó a un acuerdo para avanzar con las PASO en Unión por la Patria, el nuevo nombre que sustituye al anterior Frente de Todos. Hasta el momento, no ha sido posible llegar a una lista de consenso, a pesar del pedido de trece gobernadores, quince vicegobernadores, intendentes y dirigentes sindicales, entre otros referentes.
Si bien hubo discusiones alrededor del establecimiento del piso a partir del cual se incorporan las minorías en las listas, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, aseguró que “salvo en la provincia de Buenos Aires, en el resto del país se resolvió todo sin inconvenientes, se cerró el acuerdo de Unión por la Patria sin tensiones”.
En mi caso, y desde siempre soy partidario de las PASO, y con un piso bajo: ello democratiza las fuerzas políticas y favorece a los partidos más chicos. Pero en este escenario que atraviesa el país, mi posición era arribar a un acuerdo político rápido, alrededor de una candidatura única con chances de ganar. Ordenar y salir velozmente a disputar con una oposición desordenada y con crisis interna. A mi juicio, había que elegir al mejor y hacerlo rápidamente.
Por supuesto: esa candidatura única y consensuada debería expresar una propuesta amplia, en la que estuvieran representados todos los sectores internos y que pudiera obtener apoyos más allá del núcleo duro de la fuerza. Es decir: que pudiera capturar votos más allá de los que ya están garantizados. Es lo que hizo Cristina cuando propuso a Alberto Fernández como candidato a presidente en 2019. La vicepresidenta no se ha arrepentido de esa decisión. En el acto en Plaza de Mayo a 20 años de la asunción presidencial de Néstor Kirchner, Cristina afirmó que “a pesar de los errores, equivocaciones o diferencias, este gobierno es infinitamente mejor del que hubiera sido otro de Mauricio Macri. No tengo dudas”.
En la presentación por redes sociales de Unión por la Patria se afirma: “Tenemos una oportunidad única para poner a la Argentina en una senda de crecimiento económico con inclusión social”. “Quienes protagonizaron los gobiernos de De la Rúa y Mauricio Macri pretenden volver hoy con las mismas recetas, pero de manera más rápida y contundente. Recetas que nos llevaron al 2001 y al retorno del FMI en el 2018, luego de que Néstor Kirchner, en el 2005, pagara la histórica deuda con ese organismo recuperando para la Argentina el timón de su economía (…) Tenemos la responsabilidad histórica de ampliar nuestro espacio político. No solo para frenar esa amenaza, sino también para defender a nuestra Patria”, agrega el posteo.
Todas las discusiones son bienvenidas, pero siempre teniendo presente que deben fortalecernos y no debilitarnos. No es recomendable cerrar puertas: luego de las PASO tenemos que seguir trabajando todos juntos.
El presidente Alberto Fernández en su recorrida por el Centro Espacial Punta Indio, afirmó: “Cristina y yo, por encima de cualquier diferencia, tenemos una misma imagen y un mismo objetivo sobre el país que queremos construir. Ayer fundamos Unión por la Patria. ¿Y por qué fundamos Unión por la Patria? Porque si realmente creemos, confiamos, en que podemos vivir en un país capaz de construir y desarrollar estas cosas, debemos estar unidos”.
Los opositores se pondrán rápidamente de acuerdo: saben que la confrontación no es prioritariamente hacia su interior. Es hacia afuera, con quienes expresamos un modelo de país en el que, entre muchas otras cosas, proponemos distribuir la riqueza y mejorar la distribución del ingreso. Por el contrario, ellos quieren concentrar la riqueza y disminuir los ingresos de los sectores populares quitando derechos de todo tipo y aplicando las medidas represivas que lo hagan posible.
En este sentido, Patricia Bullrich afirmó: “si soy la candidata que represente a Juntos por el Cambio y gano en las elecciones generales, voy a poder articular con diputados de distintas provincias y del bloque La Libertad Avanza”. Antes, Javier Milei había afirmado que llamaría a Bullrich “para una alianza de gobierno”.
Más allá de los debates internos, se trata de poner en discusión los dos modelos: uno que propone un ajuste veloz, extremo y represivo, y otro que promueve un ciclo virtuoso de desarrollo y de mejor distribución del ingreso y de la riqueza.