01.08.2013 | Infobae | Columna de Opinión
Por Carlos Heller
No cabe duda que el gobierno nacional y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tienen en mente dos modelos distintos de país. Uno de ellos, preocupado por la distribución del ingreso y la participación del Estado en la economía. El otro, postula la desregulación y el libre mercado como ejes de la política.
Dos modelos de crédito y de paísPor Carlos HellerNo cabe duda que el gobierno nacional y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Airestienen en mente dos modelos distintos de país. Uno de ellos, preocupado por ladistribución del ingreso y la participación del Estado en la economía. El otro, postula la desregulación y el libre mercado como ejes de la política.Esos dos modelos se distinguen claramente en los programas de crédito que cada gobierno ha diseñado para el acceso de las clases de menores ingresos a la primera vivienda. Esta nota comparará el plan Pro.Cre.Ar del gobierno nacional y el plan Mi casa BA, implementado entre el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) y elBanco Ciudad.Mi casa BA es el típico plan gestado desde los intereses del mercado. En principio, el IVC aportará sólo 200 millones de pesos, 625 créditos aproximadamente y, para ampliar el programa, “se prevé ofrecer a inversores privados la posibilidad de participar en un fondo fiduciario que emita a su favor títulos representativos de deuda que generen una tasa de retorno similar a la inflación real”, como expresa Iván Kerr, presidente del IVC en Infobae. Son préstamos hipotecarios para vivienda de hasta 1 millón de pesos, a 15 años de plazo con una tasa de interés fija del 5% en pesos, que promocionan como la más baja del mercado; pero este costo viene con un agregado no menor: el capital se indexará o ajustará por inflación. La Ciudad habla eufemísticamente de una “Unidad de Cuenta Estable” que seguirá el valor de una canasta de bienes y servicios de la CABA que elabora el gobierno de Macri con un importante peso del costo del alquiler.Iván Kerr plantea que “los tomadores de estos créditos pagan una cuota que se mantiene en línea con la evolución de sus ingresos a lo largo de todo el crédito, alcanzando niveles de tasas muy accesibles, incluso en un contexto de alta inflación como el actual”. No comparto esa observación, los tomadores de crédito comenzarán pagando una cuota de $ 820 por cada $ 100.000 de crédito, pero lo que no se dice es que a los doce meses, si tomamos la evolución de la canasta desde noviembre 2011 a noviembre 2012, último dato informado por el GCBA, la cuota ascenderá a cerca de 1.000 pesos, y un dato más impactante aún, estarán debiendo $ 123.000 de capital, mayor a los $ 100.000 solicitados. En realidad, con cada cuota que paguen deberán más capital; esto sucederá, con el nivel considerado de precios, durante aproximadamente los primeros diez a once años del préstamo. Porque así funciona un crédito indexado, y porque además no es ninguna línea “innovadora” como la define Kerr, sino que es muy parecida a la fatídica RF 1050, pergeñada por Alfredo Martínez de Hoz en abril de 1980, que llevó a un impago masivo. Y ni hablar de que si la cuota supera el 40% del ingreso mensual, el tope fijado por “Mi Casa BA” se acumulará lo que reste pagar en futuras cuotas, haciendo el crédito prácticamente interminable.Imaginémonos cómo evolucionarían los precios y los salarios con una devaluacióndel 40% como propuso el actual presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger. La historia ha demostrado que desde 1976 a 2003 los salarios, con sus altibajos, han subido mucho menos que los precios.No queda la menor duda de que es el inversor el que está absolutamente protegido; Kerr menciona en tres oportunidades en la nota aludida los beneficios que obtendrán. Los acreedores poseerán una inversión que se ajusta por la inflación de la CABA, y si el deudor no pudiera pagar porque la inflación supera al aumento de salarios, tienen la propiedad en hipoteca para cobrarse. Es el típico enfoque neoliberal, todos los beneficios a los inversores y todos los riesgos a los deudores. Por eso, la “Unidad de Cuenta Estable”, que es la que ajustará el capital, más que un eufemismo parece una burla cruel.Las líneas del Plan Pro.Cre.Ar son totalmente distintas, están destinado a las clases populares (el máximo de préstamo son $ 400.000 con la última actualización) y se cobran tasas fijas durante los primeros cinco años de entre el 2% anual para los ingresos menores, al 11% para los de mayores ingresos; durante los 25 restantes se ajustará la tasa por el coeficiente de variación salarial pero con un tope del 4% para los ingresos menores y del 16% para los de ingresos mayores; con cada cuota que se paga, se reduce el capital. Por ejemplo por cada $ 100.000, una persona con ingresos de $ 5.000 mensuales pagará una cuota aproximada de $ 370 (contra $ 820 de Mi Casa BA), cuota que se mantendrá fija los primeros cinco años; a los doce meses tendrá un saldo de deuda de $ 97.500. Para quien gana $ 20.000 mensuales, pagará una cuota de $ 1.248 fija durante los primeros 5 años. El efecto inflacionario irá reduciendo el peso sobre el salario para los créditos del Pro.Cre.Ar, lo que no ocurre con Mi Casa BA, que mantendrá o superará el peso inicial sobre el presupuesto del deudor.Además, el Pro.Cre.Ar tiene varias líneas para construcción, modalidad que tiende a revitalizar el mercado de la construcción, cuestión que no posee Mi Casa BA. Pro.Cre.Ar destinará más de $ 20.000 millones en los dos primeros años del programa, más de cien veces lo que destina el IVC; la asignación porteña sabe a poco, considerando que los ingresos de la administración nacional son unas diez veces superiores a los del GCBA.Son dos concepciones totalmente contrapuestas, en la del gobierno nacional se subsidia fuertemente la adquisición de la vivienda popular. En la propuesta de Macri se le deja al mercado la solución del problema habitacional de los individuos de menores ingresos, imponiendo toda la carga sobre los deudores. Son dos modelos de país distintos: en las próximas elecciones se premiará a quienes desean continuar con el Pro.Cre.Ar y todas las demás iniciativas destinadas a construir un país más igualitario e inclusivo, o se dará mayor peso a quienes intentarán desactivar este plan y todos los otros mecanismos distributivos.
Esos dos modelos se distinguen claramente en los programas de crédito que cada gobierno ha diseñado para el acceso de las clases de menores ingresos a la primera vivienda. Esta nota comparará el plan Pro.Cre.Ar del gobierno nacional y el plan Mi casa BA, implementado entre el Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) y elBanco Ciudad.
Mi casa BA es el típico plan gestado desde los intereses del mercado. En principio, el IVC aportará sólo 200 millones de pesos, 625 créditos aproximadamente y, para ampliar el programa, “se prevé ofrecer a inversores privados la posibilidad de participar en un fondo fiduciario que emita a su favor títulos representativos de deuda que generen una tasa de retorno similar a la inflación real”, como expresa Iván Kerr, presidente del IVC en Infobae. Son préstamos hipotecarios para vivienda de hasta 1 millón de pesos, a 15 años de plazo con una tasa de interés fija del 5% en pesos, que promocionan como la más baja del mercado; pero este costo viene con un agregado no menor: el capital se indexará o ajustará por inflación. La Ciudad habla eufemísticamente de una “Unidad de Cuenta Estable” que seguirá el valor de una canasta de bienes y servicios de la CABA que elabora el gobierno de Macri con un importante peso del costo del alquiler.
Iván Kerr plantea que “los tomadores de estos créditos pagan una cuota que se mantiene en línea con la evolución de sus ingresos a lo largo de todo el crédito, alcanzando niveles de tasas muy accesibles, incluso en un contexto de alta inflación como el actual”. No comparto esa observación, los tomadores de crédito comenzarán pagando una cuota de $ 820 por cada $ 100.000 de crédito, pero lo que no se dice es que a los doce meses, si tomamos la evolución de la canasta desde noviembre 2011 a noviembre 2012, último dato informado por el GCBA, la cuota ascenderá a cerca de 1.000 pesos, y un dato más impactante aún, estarán debiendo $ 123.000 de capital, mayor a los $ 100.000 solicitados. En realidad, con cada cuota que paguen deberán más capital; esto sucederá, con el nivel considerado de precios, durante aproximadamente los primeros diez a once años del préstamo. Porque así funciona un crédito indexado, y porque además no es ninguna línea “innovadora” como la define Kerr, sino que es muy parecida a la fatídica RF 1050, pergeñada por Alfredo Martínez de Hoz en abril de 1980, que llevó a un impago masivo. Y ni hablar de que si la cuota supera el 40% del ingreso mensual, el tope fijado por “Mi Casa BA” se acumulará lo que reste pagar en futuras cuotas, haciendo el crédito prácticamente interminable.
Imaginémonos cómo evolucionarían los precios y los salarios con una devaluacióndel 40% como propuso el actual presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger. La historia ha demostrado que desde 1976 a 2003 los salarios, con sus altibajos, han subido mucho menos que los precios.
No queda la menor duda de que es el inversor el que está absolutamente protegido; Kerr menciona en tres oportunidades en la nota aludida los beneficios que obtendrán. Los acreedores poseerán una inversión que se ajusta por la inflación de la CABA, y si el deudor no pudiera pagar porque la inflación supera al aumento de salarios, tienen la propiedad en hipoteca para cobrarse. Es el típico enfoque neoliberal, todos los beneficios a los inversores y todos los riesgos a los deudores. Por eso, la “Unidad de Cuenta Estable”, que es la que ajustará el capital, más que un eufemismo parece una burla cruel.
Las líneas del Plan Pro.Cre.Ar son totalmente distintas, están destinado a las clases populares (el máximo de préstamo son $ 400.000 con la última actualización) y se cobran tasas fijas durante los primeros cinco años de entre el 2% anual para los ingresos menores, al 11% para los de mayores ingresos; durante los 25 restantes se ajustará la tasa por el coeficiente de variación salarial pero con un tope del 4% para los ingresos menores y del 16% para los de ingresos mayores; con cada cuota que se paga, se reduce el capital. Por ejemplo por cada $ 100.000, una persona con ingresos de $ 5.000 mensuales pagará una cuota aproximada de $ 370 (contra $ 820 de Mi Casa BA), cuota que se mantendrá fija los primeros cinco años; a los doce meses tendrá un saldo de deuda de $ 97.500. Para quien gana $ 20.000 mensuales, pagará una cuota de $ 1.248 fija durante los primeros 5 años. El efecto inflacionario irá reduciendo el peso sobre el salario para los créditos del Pro.Cre.Ar, lo que no ocurre con Mi Casa BA, que mantendrá o superará el peso inicial sobre el presupuesto del deudor.
Además, el Pro.Cre.Ar tiene varias líneas para construcción, modalidad que tiende a revitalizar el mercado de la construcción, cuestión que no posee Mi Casa BA. Pro.Cre.Ar destinará más de $ 20.000 millones en los dos primeros años del programa, más de cien veces lo que destina el IVC; la asignación porteña sabe a poco, considerando que los ingresos de la administración nacional son unas diez veces superiores a los del GCBA.
Son dos concepciones totalmente contrapuestas, en la del gobierno nacional se subsidia fuertemente la adquisición de la vivienda popular. En la propuesta de Macri se le deja al mercado la solución del problema habitacional de los individuos de menores ingresos, imponiendo toda la carga sobre los deudores. Son dos modelos de país distintos: en las próximas elecciones se premiará a quienes desean continuar con el Pro.Cre.Ar y todas las demás iniciativas destinadas a construir un país más igualitario e inclusivo, o se dará mayor peso a quienes intentarán desactivar este plan y todos los otros mecanismos distributivos.