Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
Desde mediados de noviembre, el dólar ilegal ha venido fluctuando fuertemente, y con alguna tendencia a la suba. Es la esencia de este dólar ilícito: la especulación.
Es difícil establecer cálculos con exactitud dada la fuerte volatilidad, pero tomemos el caso de quienes compraron 100 dólares a la máxima cotización a la que llegó el 28 de julio de este año (350 pesos) o a valores cercanos. Muchas de esas compras, especialmente de minoristas, fueron realizadas en un intento por mantener el valor de sus ahorros en dólares, ante la fuerte creación de expectativas devaluatorias que se generó en dicha época.
Pero si en vez de comprar los dólares ilegales en ese momento hubieran hecho un plazo fijo ajustable por inflación, hoy podrían comprar, aproximadamente, unos 150 dólares. Este ejercicio da idea de lo ilógico de los valores de julio pasado, y evidencia que, como siempre sucede en este mercado ilegal, las pérdidas son para la gente común y las ganancias van para las “cuevas”.
El anterior es sólo un cálculo financiero. Pero la generación de expectativas devaluatorias impacta en varios frentes económicos, como la inflación. Puede decirse que éstas son en gran parte las que motorizaron las subas de precios del 7,4 por ciento en julio y del 6,9 por ciento en agosto. El dólar ilegal bajó luego a niveles que rondaron los 280 pesos a principios de septiembre, pero la inflación continuó en niveles elevados.
En estos últimos meses en los que la inflación viene bajando (del 7,4 por ciento en julio al 6,3 por ciento en octubre y al 4,9 por ciento en noviembre, como resultado de fuertes medidas tomadas desde el Gobierno para que ello suceda), nuevamente el dólar ilegal comienza a subir, aunque mucho menos que en julio.
Es una nueva oportunidad para los negocios de las “cuevas” y para intentar revitalizar la cruzada devaluatoria. Y si bien está claro que el Gobierno no realizará una devaluación de magnitud, las presiones siempre existen: son muchos quienes intentan poner un palo en la rueda para evitar que el Gobierno pueda ir bajando la inflación y, mientras tanto, aprovechar para incrementar sus márgenes de ganancias.
La economía no presenta desequilibrios que justifiquen el aumento de los dólares especulativos. Por un lado, las Reservas Internacionales han venido creciendo, mostrando una variación positiva en el mes de 1680 millones de dólares (dato al 14/12), debido principalmente a los ingresos por préstamos del BID por 500 millones de dólares, los obtenidos en forma neta por el Programa de Incremento Exportador (algo más de 500 millones de dólares), y un incremento en el efectivo mínimo en dólares por unos 400 millones de dólares, entre otros conceptos. Se espera que antes de fin de año, cuando se deben pagar 2700 millones de dólares al FMI, ingresen desde el mismo organismo unos 6000 millones de dólares, luego de la revisión del programa para el tercer trimestre.
Además, cabe resaltar la importante colocación de deuda en pesos realizada por el Tesoro esta semana, por la cual recibió ofertas por un total de 1,2 billones de pesos, y aceptó 785 mil millones de pesos. Es la mayor presentación de ofertas desde el 2020.
Este resultado cobra relevancia, ya que vencían unos 412 mil millones de pesos (un monto que los analistas ortodoxos profetizaron, erróneamente, como muy difícil de conseguir) y, por lo tanto, se obtuvo financiamiento neto (nueva deuda) por unos 370 mil millones de pesos. Un financiamiento importante, en especial en un mes como diciembre, cuando aumentan los desembolsos. Luego de conocidos estos resultados, el ministro Sergio Massa sostuvo: “cuando asumí dije que no iba a usar los adelantos transitorios del Banco Central y lo cerramos con el Tesoro financiado con el mercado, cumplimos nuestro compromiso”.
También desde algunas usinas se argumenta sobre la “desbocada emisión monetaria”, una premisa que es fácilmente desbaratada con los datos de la realidad: la base monetaria mantuvo un crecimiento acotado, que a noviembre de este año fue del 39,4 por ciento interanual, muy inferior a la evolución de la inflación.
Resulta un arduo trabajo desmantelar la gran cantidad de pronósticos errados, que en verdad operan para instalar un clima negativo en la economía, ya sea para lucrar con la especulación, ya sea para intentar malograr los avances que está mostrando el gobierno en el área económica. Y si bien hay todo un camino por recorrer para mejorar los ingresos de la parte más rezagada de la población, hay que reconocer que aún se debe seguir lidiando con las dos pandemias (la económica heredada y la sanitaria), más los efectos de la guerra en Ucrania. Pero queda claro que una mayor equidad distributiva sólo puede realizarse profundizando el actual modelo económico.