Tiempo Argentino | Endeudamiento externo
Massa retoma el viejo argumento neoliberal que estuvo de moda durante las décadas de su predominio: "Sobra plata, aprovechemos."
Por Juan Carlos Junio
Las últimas noticias en torno al pleito con los "fondos buitre" nos llevan a reflexionar acerca de la profundidad y las implicancias de la cuestión del endeudamiento externo. Un tema que nos atraviesa como país hace décadas y que también nos obliga a estar atentos ante la presión de quienes reclaman la vuelta a las "relaciones carnales" y a los vínculos estrechos con los denominados "mercados globales de crédito". En este sentido, vale la pena traer a la memoria la saga de la deuda en clave histórica, contemplando los diferentes proyectos de país implícitos en torno a las definiciones sobre esta cuestión crucial. En términos políticos e ideológicos, podemos sintetizarlos en dos polos enfrentados: el largo período neoliberal y el modelo que se viene transitando desde el año 2003.
La dinámica del período neoliberal, como expresión de la doctrina económica predominante, deja en exposición las implicancias negativas de sucumbir a los deseos y exigencias del capital financiero internacional. En ese momento se impuso la apertura plena e irrestricta al ingreso de fondos provenientes de los centros financieros mundiales. De esta forma se dio inicio a un ciclo especulativo sin precedentes, y fue precisamente el endeudamiento externo el componente que financió y sustentó el proyecto político y económico que inauguraba la última dictadura cívico militar. Entre 1977 y 1983 la deuda externa, pública y privada, subió de 11,7 mil millones a 45 mil millones de dólares. Mientras los niveles de deuda crecían exponencialmente, se verificaba un severo proceso de desindustrialización de la estructura productiva, y un fuerte daño sobre las pymes, con las inevitables consecuencias sociales: desocupación, pobreza y destrucción del tejido social.
Esta línea se profundizó durante la Convertibilidad y perduró hasta el estallido del gobierno de la Alianza, un momento de cabal sometimiento a los mercados financieros y a las condicionalidades del FMI, que no hacían más que agravar la recesión y el desempleo. Eran tiempos en los que ya se discutía seriamente la idea de dolarizar la economía, una suerte de capitulación final en manos de los centros de poder mundial, para la cual Domingo Cavallo resultaba ser el lógico conductor.
De manera opuesta, el sendero adoptado a partir de 2003 fue concebido a partir del reconocimiento de que, para poder pagar, primero había que crecer, según lo expresara Néstor Kirchner en la ONU ese mismo año. El aporte de los canjes de 2005 y 2010 resultó central, ya que permitió recobrar el oxígeno suficiente para no ahogar el crecimiento de la actividad económica, recuperar el aparato productivo y poner en marcha la idea central de que el trabajo es el principal elemento de cualquier proyecto político que se precie de ser popular. Un comentario aparte merece la férrea postura de Kirchner durante el primer canje, que terminó consiguiendo una quita del 65,6%, en lugar del 40% con el que algunos se conformaban y presionaban para su aceptación.
Sobre estos fundamentos se fue cimentando una recuperación clara del rol del Estado, incluyendo la relación con el mundo empresario. Al respecto, resulta interesante recordar aquella patética expresión del presidente de la cámara de los grandes empresarios en España sobre Néstor Kirchner: "Este hombre nos ha puesto a parir."
La estrategia de desendeudamiento implicó una reducción de la deuda pública con acreedores privados y organismos internacionales que la llevó al 18,8% del PBI hacia fines de 2012, muy por debajo del 164,2% registrado diez años atrás. Esta es una de las aristas más importantes que rodean a la "década ganada", al permitir liberar recursos presupuestarios que antes se destinaban prioritariamente a los acreedores, y así comenzar a afrontar la deuda más cruda y urgente, que es siempre la social, o sea con el propio pueblo de la Nación.
En otro plano de análisis, el fallo adverso de la Cámara de Apelaciones de Nueva York coincide con un momento particular del debate local, en el que desde algunos sectores se trata de reflotar el más rancio espíritu neoliberal de otros tiempos, expresando su condescendencia con una vuelta a los mercados financieros, con la idea de darle "señales" al capital privado, como condición sine qua non para crecer. Vale recordar, al respecto, lo dicho por el intendente Sergio Massa, ahora favorito de los medios hegemónicos, ante un grupo de 200 grandes empresarios: "El desendeudamiento es importante, pero hay que entender que estamos perdiendo oportunidades en un mundo donde sobra liquidez." Claramente, Massa retoma el viejo argumento neoliberal que estuvo de moda durante las décadas de su predominio: "sobra plata, aprovechemos". Siguiendo esta línea, Massa también revivió el espíritu capitalista de las AFJP, cuando sostuvo que no vería con malos ojos volver a un sistema "complementario" de jubilación, adicional a la jubilación estatal obligatoria que instituyó el actual gobierno, dejando atrás el modelo privado, que por otra parte resultó un verdadero fracaso.
Por lo demás, con el fallo adverso, sujeto a la decisión de la Corte Suprema norteamericana, queda en evidencia la voluntad política de dar un escarmiento ejemplar a un país como el nuestro que ha decidido transitar un rumbo libre de los poderes financieros mundiales, intentando borrar de los manuales cualquier idea alternativa a las políticas neoliberales, que profesan e imponen hegemónicamente.
Claro que sus cantos de sirena y eufemismos terminan naufragando cuando su naturaleza los lleva a mostrar su verdadero rostro. El caso del presidente de la Federación de la Industria Alemana, Ulrich Grillo, es paradigmático. El personaje en cuestión reclamó esta semana al gobierno griego que traspase parte de su patrimonio cultural al fondo de rescate europeo, de forma tal que este pueda venderlo para cobrar sus deudas y aceptar una quita. Como vemos, los buitres sobrevuelan por todo el planeta. Por aquí no se podrán posar, ya que existe una clara y consecuente determinación de enfrentarlos, sosteniendo la independencia económica y la dignidad nacional.