Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Aún sentimos la conmoción y el dolor por la partida de Hebe de Bonafini, quien fue y será siempre ejemplo de la resistencia del pueblo frente a la peor dictadura cívico militar de nuestra historia. Uniéndose con las otras Madres, Hebe plantó bandera inspirada en su natural sentido de rebeldía, en amalgama con lo mejor de las tradiciones políticas, sociales y culturales de nuestra Patria, transformando el amor y el infinito dolor por sus hijos desaparecidos en una gran causa colectiva. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo sostuvieron la lucha por Memoria, Verdad y Justicia y fueron incorporando otros idearios políticos: justicia social, reivindicando a los humildes, los trabajadores y a quienes luchan por un cambio social y una vida digna. No cesaron nunca en la batalla política y en la prédica simbólica y cultural por los derechos humanos. Este precepto era atacado y distorsionado ante la sociedad. Ellas lo restituyeron hasta que se fue transformando en un sentimiento y una perspectiva ideológica mayoritaria. La rebeldía de Hebe y las Madres posibilitó no sólo resistir en el momento más oscuro del terror de la dictadura sanguinaria, sino que también permitió horadar hasta fisurar y quebrar el muro del miedo que levantaron los dictadores y sus inspiradores y cómplices civiles. Relata Hebe en una publicación del periódico del cooperativismo Acción (25 años, 1991) un hecho que exhibe las convicciones y la valentía de esas Madres en los inicios de su lucha: “Fuimos 30 Madres a las 11 de la mañana a gritarle al embajador T. Todman. Digo gritarles porque todavía no usábamos los pañuelos. Llamábamos la atención gritando. La seguridad y la policía dijeron que Videla nos recibiría si nos retirábamos. Discutimos entre nosotras y la mayoría decidimos quedarnos. El que dirigía del Ejército se acercó y gritó ¡apunten! De inmediato nosotras respondimos ¡fuego! Todos los periodistas se acercaron. Ese fue el primer hecho que se publicitó”.
Hebe contribuyó a unir la cuestión social y política, a la lucha por los derechos humanos pensando siempre en “los sueños e ideales de nuestros hijos”. En 1997, durante la conmemoración de los 20 años del golpe en un acto en Ferro reiteró su convocatoria a la juventud: “¡Ustedes deben ser rebeldes pibes, deben ser revolucionarios!”. Otro elemento ideológico determinante y siempre vigente del ideario de Hebe fue la confianza en el pueblo y sus luchas, en las calles, plazas y rutas. Convocaba “a no esperar milagros, todo está en nuestras fuerzas”. Esta conducta esperanzadora y sustentada en el protagonismo del pueblo, siempre fue acompañada con su ejemplo personal y el colectivo de Madres y Abuelas, agregando así otro elemento valioso al enaltecimiento de la lucha política: el coraje como fermento de las ideas. En aquel luctuoso día de represión en la Plaza, el 21 de diciembre del 2001, fui testigo de la generosidad y valentía de las Madres: ellas enfrentando cara a cara a los caballos que la policía de la “democracia de De la Rúa" les tiraban encima. Allí estaban una vez más las Madres en su Plaza defendiendo a su pueblo que estaba siendo masacrado.
Ante la partida de Hebe, la derecha cerril, entre ellos Horacio Rodríguez Larreta, no trepidó en utilizar el acontecimiento para medrar políticamente. El jefe de la derecha porteña no pudo llamarse a un respetuoso silencio ante el hecho de la muerte, decidió transitar una vez más por el camino del oportunismo y el cálculo electoral. El alcalde intentó abrirse paso con una obviedad argumental: “No puedo dejar de expresar mis profundas diferencias ideológicas y de valores”. Luego “sintió” que esas diferencias debía expresarlas, y coronó su alegato “obligado” construyendo una imagen falsificada de Hebe como violenta y corrupta; y, sobre esa base invalidar y descalificar su trayectoria. El viejo truco de transformar a la víctima en victimaria, de forma tal que: Hebe, las Madres, sus hijos y nietos desaparecidos, pasan a ser culpables.
Sus “diferencias profundas” intentan presentarse como un gran axioma, cuando en realidad, es una vulgar perogrullada en la búsqueda del aprovechamiento político, incluyendo la circunstancia de la muerte de una mujer reconocida universalmente. Esta ausencia de todo límite moral constituye un hecho deshonroso. En el fondo la derecha niega a Hebe y a las Madres no solo por su portentoso valor simbólico, sino por su ideario, ya que ellos representan su antítesis ideológica. Su paso como jefe de gobierno porteño deja un deterioro notable en educación, salud y medio ambiente, producto de una lógica de administración gubernamental cruel, que prioriza los negocios privados. Una gestión que hace oídos sordos a la voz ciudadana en las audiencias públicas, que llevó los índices de pobreza del pueblo porteño a un 25 por ciento y niveles de mortalidad infantil inadmisibles para una urbe con un presupuesto per cápita de los más altos de Latinoamérica. Un gobierno que descalifica a docentes, estudiantes, médicos y enfermeras cuando se organizan para reclamar por sus derechos. Otro ejemplo de arbitrariedad y negación de la participación ciudadana es el de la ley de cooperadoras escolares recientemente sancionada, que la comunidad educativa denuncia por su carácter restrictivo y antidemocrático. La ley aprobada a espaldas de docentes, padres y estudiantes, restringe la participación ciudadana. El punto más grave es el artículo 16 que establece: serán pasibles de ser removidos de la Cooperadora aquellos integrantes que promuevan acciones con fines políticos partidarios, dejando el poder de control al Ministerio de Educación, que determinará cuáles acciones y opiniones de los cooperadores “tienen fines políticos”. Se trata de una brutal política discriminatoria. Es verdad la salvedad larretista de “mis profundas diferencias”, con la diferencia de que Hebe vivirá en el corazón de su pueblo, quien siempre sentirá y expresará su amor y gratitud a su imagen y su memoria. Por el contrario, estos personajes menores y mediocres serán rápidamente olvidados junto a sus hipocresías y miserabilidades.