Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
El FMI acaba de autorizar el envío a la Argentina de U$S 5400 millones de un nuevo tramo del préstamo stand by, a pesar de un crítico informe elaborado por su staff. Resulta más que claro que el FMI apoya políticamente a la administración Macri. Entre muchos otros, lo sostiene Marcelo Bonelli: "Washington mueve todas sus fichas para que Macri sea reelecto". El editorialista agrega que "el apoyo del (presidente) norteamericano es clave para sostener la 'alianza estratégica' con el FMI. Así lo explicó Macri a sus íntimos: 'todos los líderes mundiales quieren que sigamos, para que no vuelva el populismo'" (Clarín, 19/7/19).
Si al desembolso de julio se suma el esperado para septiembre por igual monto, se completaría el 88% del total del financiamiento acordado, quedando sólo unos U$S 8600 millones para luego de las elecciones, que se irán desembolsando a cuentagotas, en siete entregas trimestrales. Cada entrega estará sujeta a la revisión del staff del Fondo. De ese monto, en 2021 se recibiría algo menos de U$S 2000 millones (las últimas dos cuotas), pero ese año están previstas las primeras cancelaciones del stand by por unos U$S 3700 millones.
El dato no es menor: al próximo gobierno (sea el que sea) le esperan magros desembolsos, pero, ante un eventual "reprobado" del FMI, los mercados generarían grandes presiones sobre la economía argentina. Además, para 2022 y 2023 están proyectados pagos de Argentina por U$S 20 mil y 24 mil millones. Sin duda, un programa de imposible cumplimiento, y que deja bien en claro que su principal objetivo es condicionar fuertemente al país en los años venideros.
Las consecuencias de las políticas aplicadas son tan profundas que no pueden ser obviadas por los funcionarios del Fondo. El organismo rebajó al 1,1% su pronóstico de crecimiento del PBI para 2020 (del 2,2% de la revisión anterior, tres meses atrás); también aumentó al 40,2% la inflación para este año (desde el 30,5% anterior) y al 32,1% para 2020.
El informe de la IV revisión del staff sostiene: "En el mediano plazo, la sostenibilidad de la deuda continúa siendo altamente vulnerable a los shocks, particularmente a inesperados crecimientos negativos. Más allá de estos riesgos financieros, es posible que la inflación permanezca estancada en niveles muy altos o que la esperada recuperación en la actividad se demore. Esto generaría un empeoramiento de los resultados sociales, aumento de la pobreza y una erosión del apoyo público al programa político del gobierno".
Con respecto a los riesgos financieros mencionados en el párrafo anterior, el documento sostiene que el mayor de ellos "continúa siendo un cambio prolongado en las preferencias de cartera en contra de los activos argentinos como consecuencia de la creciente incertidumbre del escenario político futuro". Comenta que esto llevaría a dolarización de los activos, una presión para la devaluación, esta última generaría mayor inflación y todo esto impactaría negativamente en la deuda pública.
En el párrafo de "riesgos por venir" inserto en el resumen ejecutivo del informe, la primera oración reza: "Los riesgos de cumplimiento del programa son elevados, siendo el desafío más importante las elecciones próximas".
Lo expuesto es una muy breve parte del informe que evidencia que los planes del FMI y su aplicación por parte del gobierno argentino, lejos de generar mejoras, van oscureciendo el horizonte, para utilizar las metáforas de la naturaleza a las que son tan afectos los funcionarios del gobierno y del FMI.
Pero los comentarios del staff del Fondo pueden entenderse como una estrategia para disminuir su responsabilidad por dos vías. Una de ellas, reducir el maquillaje de las cifras, y presentar riesgos elevados. La otra, asociar esos riesgos a las incertidumbres que generan las elecciones y por ende el funcionamiento de la democracia, esta empecinada decisión de los ciudadanos de querer votar y elegir libremente quién los gobierne y bajo qué tipo de administración y modelo económico-social desean vivir. Esta última estrategia es adecuada, además, para evitar reconocer el verdadero impacto negativo en la economía y la sociedad de la aplicación de sus políticas de ajuste, comenzando por la reducción del gasto público, siguiendo por el achicamiento del poder de compra de la ciudadanía, en especial de los trabajadores y pensionados, hasta el fuerte sesgo contractivo de la política monetaria y las altas tasas de interés que ésta genera.
Empecinados
A pesar de las estimaciones del FMI (+1,1%), Nicolás Dujovne mantiene en 3,5% la proyección de crecimiento del PBI para 2020 debido a, cito al ministro, "nuestra evaluación de qué va a ocurrir con la Argentina una vez que se disipe la incertidumbre política, una vez que el presidente Mauricio Macri reelija y se continúe con el proceso de cambio". Precisamente, de continuar este modelo, el elevado 3,5% calculado para el próximo año se alejaría muchísimo de la realidad, como sucedió con el 3,5% calculado para 2018, cuando el PBI terminó cayendo un 2,5 por ciento.
Para justificar la diferencia de la estimación oficial con la del FMI, Dujovne consideró probable que el FMI haya "evaluado las distintas alternativas políticas" que hay de cara al recambio presidencial. Infirió que el FMI "evalúe que en caso de que otra fuerza política gobernase la Argentina, la macroeconomía puede ser mucho peor: no lo sabemos, es una hipótesis del porqué pueden tener una tasa de crecimiento tan baja". No hay nada de análisis económico en esta elucubración, sino una simple frase de campaña electoral.
Si tomamos la idea de Dujovne, quien sostiene que el Fondo estaría evaluando que gane la oposición, las estimaciones del organismo financiero invitarían a votarla. El FMI proyecta un crecimiento del PBI del 2,6% para 2021, del 3,4% para 2022 y del 3,6% para 2023. Puede pensarse que luego de un primer año de escaso aumento del PBI, producto de la herencia recibida, las políticas que implementaría la actual principal oposición generarían un importante crecimiento. Difícilmente el Fondo tenga esa premisa; ya dijimos que apuesta por la reelección de Macri y por ello el magro pronóstico para 2020, pero, como dicen siempre, el futuro es promisorio, de allí esas optimistas cifras para el mediano plazo, que sabemos que no se darán si continúa la política de ajuste.
El ministro de Hacienda también salió a defender un tipo de cambio que varios economistas consideran atrasado. Dujovne sostuvo que "hay un peso más fuerte porque hay más confianza", y agregó: "Tratar de sostener ese tipo de cambio sobredevaluado generaría más inflación y más pobreza". Se refirió al tipo de cambio de septiembre y octubre del año pasado. Llama poderosamente la atención que se refiera de esa forma a un momento en el cual ejercía plenamente sus funciones como ministro, y en el cual no se mostró preocupado por la mayor "inflación y pobreza" que, luego fue comprobado por las cifras oficiales, generó la fuerte devaluación de 2018.
Tanto Dujovne como Macri y sus funcionarios tienden a disimular la realidad en un relato que la contradice. No es ilógico: las políticas implementadas están impactando tan negativamente en la ciudadanía que deben intentar crear una realidad alternativa.
De la misma forma, se pretende chantajear al electorado, con la complacencia del FMI, planteando que hay un único camino posible, y este no es otro que la reelección de Macri. Sin embargo, queda claro que ese camino no puede ofrecer más que penurias, como ya lo ha demostrado. Principalmente se quiere ocultar que hay otro camino, que otro país, con crecimiento e inclusión, no sólo es posible, sino absolutamente necesario.