Por Paula Bistagnino
Carlos Heller, diputado de Nuevo Encuentro y presidente del Banco Credicoop, defiende la decisión de apoyar a la Presidenta a pesar de los malos resultados en las elecciones.
Carlos Heller es el fundador y presidente del Banco Credicoop, pero su popularidad creció de la mano del club de sus amores, Boca Juniors, del que fue vicepresidente durante diez años (1985-1995). De allí nació también su rivalidad con Mauricio Macri, con quien tiene "diferencias irreconciliables”, explica. Se enfrentaron por la presidencia del club y también por la Jefatura de la Ciudad de Buenos Aires, en 2007. En ambas instancias, Heller salió perdiendo, pero ninguna de las dos derrotas lo hizo tambalear en sus convicciones. Se define como un autodidacta. Y lo es en el sentido más profundo de la palabra, al punto de que sin haber cursado una sola materia de la carrera de Economía, y aunque se cansa de aclararlo, lo siguen llamando economista. Dice que no es un banquero y que siempre trabajó en un sentido político y social. Sin embargo, su ingreso en el escenario político real recién se dio hace unos años, cuando en 2007 formó su propio espacio, el Partido Solidario, que se integró a Diálogo por Buenos Aires. Pero tuvo que esperar hasta 2009, con 70 años, para desempeñar su primer cargo público, como diputado de la Nación. Y desde 2010, sumó su partido a Nuevo Encuentro, la fuerza del ex intendente del municipio bonaerense de Morón y diputado, Martín Sabbatella. Allí plantado, hoy sigue acompañando “con muchas expectativas y algunas demandas” el proyecto del gobierno nacional. “Como lo dijo y lo dice Cristina (Fernández), hay que votarla y acompañarla no sólo por lo que hizo, sino sobre todo por lo que falta; que todavía es mucho, pero estamos transitando el camino correcto”, remarca.
Nuevo Encuentro perdió votos por acercarse al kirchnerismo, ¿no se arrepienten?
No, porque no lo hicimos por un cálculo electoral. Lo que nosotros tenemos es la convicción de que somos una fuerza nueva que está construyendo en un proyecto que tiene una direccionalidad que compartimos. Y justamente criticamos a quienes prefieren estar enfrente porque eso da más votos. Somos una fuerza autónoma que apoya desde una identidad propia. Una identidad basada en nuestra experiencia de gestión, tanto de Martín en Morón, como la mía acá. Pero además representamos otra cosa, que está en la demanda de la sociedad, que es lo que algunos llaman la nueva política. Que no es (Francisco) De Narváez ni (Mauricio) Macri. Esos son representantes de menos años de la vieja política. La nueva política es otra cosa: tiene que ver con las herramientas de construir y administrar en política. Esas virtudes, que nuestra fuerza tiene, van a ir ganando espacio con el tiempo. Pero nosotros no vamos a hacer jamás una cosa oportunista. No negociamos nuestro apoyo, sino que estamos convencidos de dónde queremos estar.
¿Cuáles son las demandas para el ya asegurado tercer mandato del kirchnerismo?
La demanda es siempre la misma: profundizar el modelo en el sentido de construir una sociedad más igualitaria. Esa es mi consigna y me pone contento que sea la misma que la de la Presidenta.
¿En qué medidas piensa cuando habla de ir hacia la igualdad?
Básicamente, se trata de transferir recursos de un sector de la sociedad a otro. Ese es el único camino y no se va a dar nunca de una manera espontánea. Al contrario, requiere de marcos regulatorios, leyes y medidas que lo hagan factible: una reforma impositiva profunda que vaya en el sentido de gravar las grandes fortunas, las operaciones y las rentas financieras, y que desgrave el trabajo personal y reduzca el IVA. Por otro lado, la Argentina se debe una discusión profunda respecto de la explotación de los recursos naturales. Hay que estudiar cómo los recursos naturales pueden ser puestos al servicio del interés del conjunto de la población y no exclusivamente en beneficio de un grupo de empresas. También es clave el tema de la reforma financiera porque aún rige una ley que fue pensada para la Argentina que imaginaba la dictadura militar y la que se llevó adelante en los ‘90. Es una ley que tiene la filosofía y la ideología del Consenso de Washington. Otra cosa es trabajar en terminar con todos los vestigios de flexibilidad laboral que quedan, porque seguimos teniendo un alto número de trabajadores informales y esa es la peor desigualdad. Esta debe ser una de las grandes batallas.
¿Qué pasa con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central?
Debe ser reformada para que vuelva a ser lo que era antes de la reforma que se hizo en los '90, que estableció la autonomía del Banco Central. Ese también es uno de los postulados del Consenso de Washington: bancos centrales autónomos que fijen políticas monetarias con independencia de lo que hacen los gobiernos que han sido electos por la voluntad popular.
¿Se habría evitado el conflicto con el Banco Central por el uso de las reservas?
Claro. Tuvimos un conflicto absurdo porque el presidente del Banco Central no estaba de acuerdo en pagar con reservas la deuda externa. Esto se tiene que terminar. Es cierto que hoy no se plantea el conflicto porque la presidenta actual (Mercedes Marcó del Pont) está de acuerdo en un cien por cien con la Presidenta y actúa en consecuencia. Pero debe regularse inmediatamente, para volver a poner al Banco Central en el marco de las instituciones que hacen al funcionamiento de la gobernabilidad del país.
Según los datos que se conocieron hoy, el 50% de los hogares argentinos aún no tiene cloacas.
Hay que considerar que hace diez años eran muchos más. La Argentina llegó a cero de inversión pública en 2002-2003 y hoy está en tres puntos del PBI, que no satisface todo pero que marca lo que se ha avanzado. Lo mismo que en educación, que pasó del 2 al 6 %. Se está, a mi juicio, en un proceso de sustitución de importaciones que hay que profundizar, para fomentar el trabajo argentino y la producción con valor agregado. Y eso no sólo está en los planes de la presidenta, sino que ya está en marcha: hace tres años se producía apenas el 4% de los teléfonos celulares que se consumen en el país y estamos por llegar al 50%, el 80% de las heladeras y el 95% de las cocinas se fabrican acá, se han importado 3 millones menos de pares de zapatillas en estos seis meses... Hoy podemos decir que, con los planes a 2020, se está comenzando el camino para desarrollar una visión estratégica hacia el futuro, diseñando el país que deseamos vivir y moldeando el que recibirán las próximas generaciones.
¿Qué opina de las políticas de subsidios?
La política de subsidios es buena porque apunta resolver los problemas de los sectores más débiles de la sociedad, como la Asignación Universal por Hijo, que debe seguir actualizándose en el monto para que no pierda función. Y hay que trabajar en una mejor asignación de las políticas de subsidios. En algunos casos, como en el de los transportes, hay que subsidiar a los consumidores y no a las empresas. Y en otros, como el de la luz y el gas, hay que segmentarlo, porque no es justificable que la franja de los sectores medios y altos tenga subsidiados esos servicios.
Estas semanas se debatió sobre la situación de la Argentina de cara a la crisis internacional, ¿el país está protegido?
La Argentina está hoy muchísimo más protegida de lo que lo estuvo históricamente. Cada una de las crisis internacionales que ha habido, a nosotros nos golpeó tremendamente, a excepción de la de 2008-2009, que nos golpeó claramente menos. ¿Por qué? Por varias razones, pero esencialmente porque el país había diseñado una fuerte política de fortalecimiento del mercado interno y reducido su dependencia de las exportaciones. Y al dejar de concurrir a los mercados internacionales, se redujo casi absolutamente el impacto de las oscilaciones financieras. Pero además, en plena crisis, en lugar de ajustar y de enfriar, lo que hizo este gobierno fue desarrollar incentivos para mantener el nivel de actividad. Así que, pueden decir lo que quieran, pero este gobierno mostró que sabe lo que hay que hacer frente a la crisis. Y ahora, además de hacer lo mismo, tiene la ventaja de esta decisión común de los países de América del Sur de trabajar mancomunadamente para protegernos.
¿Qué rol juega en este sentido el Banco del Sur?
El Banco del Sur no va a ayudarnos a resolver las emergencias que puedan surgirnos si la crisis de los países centrales se profundiza. Su importancia es la de ser un proyecto estratégico de la construcción de la UNASUR porque implica una relación de nuevo tipo, sin países centrales ni periféricos, todos con el mismo voto, que será instrumento para el desarrollo de los proyectos de integración regional. Imaginemos la región unida por un ferrocarril o un oleoducto que traslade petróleo o gas. De eso se trata.
¿La integración está consolidada?
No, porque todavía no están estos instrumentos. Lo que hay hoy, es una fuerte convicción política de consolidarla. Pero el objetivo es que se ponga en marcha, porque una vez que esté funcionando, entonces ya los vaivenes de la política no la van a poner en riesgo. Todavía se necesita voluntad política para que perdure más allá de los cambios de gobierno. Por suerte hoy está esa decisión de avanzar.
Este concepto de Patria Grande es de lo más importante que ha pasado en estos años. No hay dudas de que nuestro futuro está mucho más comprometido individualmente que integrado.