Tiempo Argentino | Opinión
Por Carlos Heller
Aunque fueron notorios, los últimos datos laborales casi no aparecieron en la agenda de los grandes medios de comunicación ni fueron mencionados por los «gurúes» del mercado.
La desocupación abierta, que mide las personas que buscan trabajo y no lo consiguen, alcanzó en el cuarto trimestre de 2022 al 6,3%, guarismo ubicado por debajo del 7% de un año atrás (72 mil personas dejaron de estar desempleadas). También creció la cantidad de gente ocupada, lo que indica que la caída en el desempleo no se dio por el efecto «desaliento», es decir, por gente que desiste de la búsqueda de un empleo. Por su parte, la subocupación (personas que trabajan hasta 35 horas semanales) pasó del 12,1% al 10,9%, otro dato laboral para destacar.
Desde una mirada más estructural, el dato reciente de desempleo fue el más bajo desde que la Encuesta Permanente de Hogares recaba la información (2003), y por lo tanto, revirtiendo los peores años de la pandemia macrista y de Covid-19.
Estos números alentadores están directamente asociados con el crecimiento de la economía, ya que los datos del PIB que se acaban de publicar ratifican el aumento del 5,2% para todo el año, pero además indican un aumento en el consumo privado del 9,4% y de la Inversión total del 10,9%.
Lo relatado es un reflejo de los avances conseguidos por toda una serie de políticas económicas que se vienen llevando a cabo. Esta conclusión no desconoce que existen grandes problemas, fundamentalmente en el frente de la inflación, pero ello no se resuelve enfriando la economía y generando desempleo, tal como se induce desde ciertos sectores.
La semana pasada hicimos referencia a que ninguna de las causas con las que la ortodoxia trata de explicar la inflación se encuentran presentes y que es preciso poner el foco en la especulación, en la incertidumbre y en la puja distributiva existente. Estos comportamientos suelen exacerbarse en contextos adversos, como es el caso de la sequía, que está mermando la acumulación de dólares del Banco Central.
El gobierno viene trabajando con diversas políticas financieras. Hace dos semanas se realizó un canje que tuvo como objetivo estirar los plazos de la deuda en pesos. No se resuelve el problema, pero se gana tiempo, se trata de que la economía no detenga su marcha y se reduce la incertidumbre en un año electoral.
Respecto de la deuda en dólares, a través del DNU 164/23 se establecieron una serie de medidas vinculadas a las tenencias de deuda intra-sector público. En los fundamentos del decreto se señala que uno de los objetivos pasa por «disminuir los incentivos negativos que genera la brecha cambiaria sobre la inflación, el comercio exterior y el buen funcionamiento de la economía, y mejorar la perspectiva del financiamiento de las necesidades del Tesoro Nacional por una gran parte de 2023, despejando la infundada incertidumbre sobre el mercado de bonos en pesos».
Una de las medidas consiste en realizar el canje de bonos (por un valor de U$S 4 mil millones) emitidos por el Estado nacional bajo legislación extranjera, que están en poder de organismos públicos, a cambio de títulos en pesos duales que se pagarán al vencimiento (2036) por el máximo que surja de la inflación o el tipo de cambio, con una tasa implícita en la emisión del 8%. Es una forma de reducir la deuda en dólares, quitar presión sobre las Reservas, y estirar los plazos de los vencimientos. Otra medida es que los organismos deberán vender Bonares (en moneda extranjera y legislación local) y con el 70% de lo producido comprar el mencionado bono dual.
Algunas voces trataron de generar alarma respecto de que la operación irá en contra del ahorro de los fondos de los jubilados y las jubiladas ya que, como ocurrirá con otros organismos, el Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) estará alcanzado por el canje. Sin embargo, el bono dual permite preservar el valor de los ahorros. De hecho, si este canje se hubiera realizado hace dos años, seguramente el FGS hoy tendría incluso un mayor nivel patrimonial, producto de que la inflación ha sido superior a la suba del tipo de cambio.
No está de más aclarar que el FGS no se utiliza para el pago habitual de los haberes y que su función es proveer sustentabilidad en el tiempo, es un esquema de ahorro de largo plazo. A los/as jubilados/as no se les paga con estos recursos, se les abona con los aportes patronales y personales y con la parte de la coparticipación que se destina al sistema previsional, que son mayores cuanto más crecen la actividad económica y el empleo.
El frente externo
Para fortalecer la posición de Reservas Internacionales netas, se reactivó el swap existente con el Banco Central de la República Popular de China. De los U$S 18 mil millones del swap, U$S 5 mil millones pasaron a ser considerados de libre disponibilidad: de ellos ya se utilizaron U$S 3 mil millones y en las próximas semanas se habilitarían dos nuevos tramos de mil millones cada uno. Esta operación contribuye a nutrir la oferta de divisas para hacer frente a las operaciones en el mercado de cambios.
Asimismo, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) aprobó un préstamo de U$S 400 millones para beneficiar a 2,4 millones de familias argentinas en situación de vulnerabilidad. Estos fondos se suman a los del Banco de Desarrollo de América Latina (ex CAF), que en el mes otorgó U$S 840 millones.
Además de la sequía, otro aspecto del frente externo que hay que seguir de cerca es la suba de tasas de interés en las principales economías del mundo, que nos afecta directamente por la vía del costo financiero de la deuda con el FMI, aunque indirectamente también lo hace por la vía de un menor crecimiento y comercio global.
La Reserva Federal de Estados Unidos volvió a incrementar su tasa de referencia, esta vez 25 puntos (hasta un rango de entre el 4,75% y 5%), pero dejó abierta la posibilidad de pausar el ciclo alcista. La suba de tasas ha tenido efectos más allá del control buscado de la inflación, y no es ajena a los problemas financieros que surgieron en los países centrales. Esta crisis se inició con la quiebra de dos bancos estadounidenses (problema que se extendió al Credit Suisse), que habían incurrido en prácticas especulativas, aprovechando la alta liquidez.
El contexto de desregulación del sistema financiero en EE UU que se retomó en 2018 a partir de una norma de la administración de Donald Trump, también fue responsable en gran parte de la suerte de estos bancos. Respecto a este tema, el senador estadounidense Bernie Sanders señaló recientemente: «Ahora, es el momento de derogar esa ley (…), de atender las necesidades de las familias trabajadoras y no de los capitalistas buitres». También sostuvo: «No podemos seguir teniendo más y más socialismo para los ricos e individualismo rudo para todos los demás».
Una frase que calza a la perfección para concluir que el problema de fondo está en la discusión por el modelo. En el marco de un nuevo aniversario del Golpe de Estado cívico-militar del 76, Argentina no se puede permitir repetir viejas experiencias neoliberales del pasado, iniciadas en ese oscuro período de nuestra historia.