Página/12 | Opinión
Por Juan Carlos Junio
Recientemente, Oxfam (el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre) presentó un informe sobre las desigualdades globales (económicas, raciales, de género, climáticas) entre países, regiones y núcleos de personas titulado: “Beneficiarse del sufrimiento”. Los resultados presentan un cuadro de situación critico en términos sociales: las diferencias económicas entre ricos y pobres se profundizaron durante la pandemia y con el actual conflicto bélico en Ucrania que mantienen la OTAN y Rusia. Un grupo de “hombres de fortuna” se convierten en súper bimillonarios mientras millones de pobres se multiplican por todo el planeta. La inflación global afecta especialmente a los sectores más vulnerables, tanto a los humillados y ofendidos de siempre, como a vastos sectores de las clases medias. Oxfam da cuenta de que los esfuerzos de los Estados salvaron la ropa una vez más a la economía capitalista y apunta que fueron las corporaciones multinacionales de productos alimentarios, energéticos, farmacéuticos y tecnológicos una vez más los grandes triunfadores: ganancias fenomenales y más poder. En informe da sustento a la dramática advertencia de Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas: existe la posibilidad de que asistamos al colapso del sistema alimentario mundial y a hambrunas generalizadas.
Nuestro país, durante el año 2021 recuperó los 10 puntos de caída del PBI y se apronta a crecer otros 5 en el año en curso. El dato de crecimiento es relevante ya que es condición necesaria para redistribuir. Justamente, en la insuficiencia de captación de ingresos por parte de los sectores mayoritarios del pueblo está planteado el debate al interior del FdT y hacia la sociedad. Cierto es que las causas de la inflación son diversas, pero buena parte se fundamenta en la insensibilidad de los grandes grupos económicos locales y por el comportamiento parlamentario obstruccionista de la oposición política, abiertamente asociada a los intereses de las corporaciones empresarias. Es que, para los “hombres de negocios” reunidos en AEA, en la SRA, en la UIA, la COPAL que se juntan en el Llao Llao o el Foro de Ideas, al igual que para el vice de la Corte Suprema, Rosenkrantz, quien decidió asumirse como la voz de la ultraderecha ideológica; la desigualdad debe ser lo normal e “inevitable”. Las definiciones doctrinarias del representante de Clarín en la Corte fueron luego grotescamente teatralizadas por el dueño de una de las cadenas más importantes de supermercados del país. El hombre, ignorante de su soberbia y rusticidad cultural, confesó que remarcan los precios de los productos todos los días. Es este bloque de derechas el que ha decidido acentuar su ofensiva para impedir que el FdT avance en reformas sociales y culturales que generen más derechos con lo cual no solo cumpliría con las esperanzas populares del 2021, sino que afirmaría el propio sistema democrático, demostrando que desde la política un gobierno popular mejora la vida del pueblo.
Entre los muy connotados del bloque de furiosos anti populistas se encuentra el discípulo de Macri que pretende trasladar el modelo de desigualdades que aplica en CABA a todo el país. Los informes de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad desnudan las políticas clasistas del efímero palomo. Las comunas de la zona norte exhiben diferencias alarmantes con las de la zona sur en términos de ingresos, educación, cultura, medio ambiente, transporte, acceso a la salud, mortalidad infantil, etc. Según la DGEyC, el ingreso promedio del 10% más rico fue 7 veces mayor al promedio del 10% más pobre. Y los habitantes de la zona norte gozan de un ingreso promedio superior al 93,2% respecto a la zona sur.
Este cuadro del retroceso social es consecuencia de un modelo de ciudad excluyente que recorta el presupuesto con prisa y sin pausa en educación y salud desde hace 15 años privilegiando a zonas de ricos por sobre las de los más humildes y otros estratos de clases medias. Su patética ministra de Educación considera que los y las pibas que se desvincularon de la escuela durante la crisis sanitaria son “irrecuperables” y ahora no da la cara cuando 150 escuelas públicas vuelven a tener problemas de calefacción. Ya que estaba decidió cerrar arbitrariamente algunos de los natatorios públicos de la CABA. La cuestionada ministra continúa impertérrita ante los reclamos de la comunidad educativa por las insuficiencias del servicio de alimentación escolar. Justamente en la cuestión educativa porteña surge una pregunta: ¿cuál es la razón por la cual durante tantos años no construyen escuelas y se profundiza la falta de vacantes, llegando a los actuales 50 mil estudiantes que quedaron fuera del sistema educativo? Solo cabe una respuesta, tan básica como cruel: se pretende seguir reduciendo la educación pública de la que el dueto descree en términos ideológicos. Ahora como una marca de autoritarismo, Larreta utiliza la prohibición como instrumento político, negando, en este caso, los cambios naturales en el uso del lenguaje inclusivo en las escuelas, que tiende justamente a visibilizar la diversidad y mitigar las desigualdades de género. Se inspira en la línea de la alcaldesa neofranquista madrileña quien asume el rol de conservadora de un idioma español congelado. El jefe porteño en su remozado afán por mostrarse como una auténtica expresión del conservadurismo moderno promete contrarreformas laborales, previsionales y tributarias como parte de su plan “transformador”. Lo cierto es que no se trata de un mero administrador municipal moderado, con su variedad de trajes tan trabajados desde el marketing y los medios de comunicación. Es parte de ese bloque de derechas de quienes necesitan naturalizar la desigualdad, remarcan los precios y se benefician de las rentas inesperadas, a costa del nivel de vida de la sociedad. Nuestro pensamiento es el opuesto: es el de una ciudad que enfrente en todos los planos a las desigualdades y no que las genere, profundice y reivindique. Una ciudad que estimule lazos humanísticos, solidarios y democráticos.