Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El país está conmocionado. El atentado sufrido por la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, supera los límites aceptables para una Argentina democrática. Es también un ataque a la democracia y al proyecto nacional y popular.
Las manifestaciones irresponsables expresadas desde hace mucho tiempo por la oposición política, mediática y judicial pueden generar consecuencias graves: los discursos de odio multiplicados todo el tiempo desencadenan actos de odio.
Expreso mi más absoluta solidaridad con nuestra vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, como también lo ha hecho el Partido Solidario al cual pertenezco, integrante del Frente de Todos.
Como parte de la “grieta” que se intenta profundizar en la sociedad, en la semana circularon algunas opiniones haciendo alusión a un supuesto ajuste contenido en la decisión administrativa 826/2022. Sin embargo, en lo esencial lo que dispuso el Ministerio de Economía fue una reducción de partidas presupuestarias “que no fueron ejecutadas a la fecha, por razones particulares de la gestión”, generando un ahorro de unos 128 mil millones de pesos para el período.
Es decir, son fondos que no habían sido utilizados y que se dieron de baja del crédito presupuestario de algunos ministerios. Se dio el ejemplo de las vacunas que no fue necesario adquirir, o de los inconvenientes con la entrega de notebooks en el Conectar Igualdad, que se reprograman para el próximo año. El ahorro representa el 0,79 por ciento del gasto total presupuestado y aproximadamente el 0,13 por ciento del PIB.
Un aspecto crucial de las políticas pasa por no descuidar a los sectores más desprotegidos. El gobierno acaba de anunciar un refuerzo de 20 mil pesos por hijo en las asignaciones familiares de los hogares de menores ingresos (abarca a alrededor de 1,1 millón de familias) durante septiembre, octubre y noviembre. La financiación de la medida provendrá del adelanto por el pago del Impuesto a las Ganancias. Significaría un gasto adicional de 66.000 millones de pesos, prácticamente la mitad del mal denominado “ajuste” recién comentado.
Respecto de la segmentación tarifaria, en estos días se incorporó en el segmento de ingresos bajos a un millón más de beneficiarios/as de la tarifa social, que no se habían inscripto (totalizando 6,5 millones de personas en dicho nivel).
Mientras tanto, en los siete primeros meses de este año, los ingresos totales crecieron un 5,3 por ciento en términos reales, y los gastos lo hicieron en un 8,7. Esta evolución generó un déficit fiscal primario del 1,1 por ciento del PBI en el período. En definitiva, si bien la mayor parte de la mejora de las cuentas públicas debe provenir del lado de los ingresos, no deben descuidarse los gastos necesarios, especialmente para defender el poder de compra de salarios, jubilaciones y de los sectores de menores ingresos.
La coyuntura, se sabe, no es para nada simple. A las dinámicas domésticas se suman las complejidades que impone el marco global. Entre ellas, hoy los principales bancos centrales están incrementando fuertemente las tasas de interés, y con ello crecen las perspectivas de una continua desaceleración de la economía global y regional, lo que implica que habrá una menor demanda externa y presiones por parte de los demás países para colocarnos sus productos.
Si bien hay un fenómeno de suba de precios global, en Argentina la inflación posee rasgos atípicos, ya que está influida, principalmente, por la especulación y las expectativas que se generan alrededor del mercado de cambio. Por eso el abordaje debe ser multicausal, adecuándose a la realidad local.
La suba de tasas que ha venido disponiendo el Banco Central debe apuntar a generar los incentivos para fortalecer el ahorro en pesos, pero en paralelo hay que cuidar que no se termine afectando el crédito a la producción y a las familias. La política de mayores tasas de interés es una cuestión muy sensible y hay que monitorearla de cerca. Es muy importante que el Estado mantenga un rol activo.
En general, la correcta determinación de las herramientas, sus dosis, su duración (lo más acotada posible) y los apoyos sociales que complementariamente brinde el Estado, serán claves para el buen resultado integral de las políticas. Dentro de los márgenes acotados que posee el país, producto de la hipoteca externa e interna que dejó el macrismo y de la situación internacional, la estrategia de cara al futuro no debe poner en riesgo la rueda virtuosa del crecimiento con inclusión.