CABA: ¿"Transformación" o regresión?

22/06/2022
Bullrich

Página/12 | Opinión

Por Juan Carlos Junio

Ya es notorio que el jefe del gobierno porteño se decidió a decir lo que debe expresar un candidato de la derecha a la Presidencia de la Nación. Paradójicamente, en ese espacio debe rozarse y rasparse circunstancialmente con su mentor Mauricio Macri y con la presidenta de su partido, Patricia Bullrich, ubicada en un espacio de una derecha cerril. También por “fuera” lo presiona Javier Milei, un aprendiz de fascista televisivo inventado por los grandes medios. El apoyo irrestricto de los editorialistas del partido del orden del que goza Horacio Rodríguez Larreta ahora lo debe compartir con estos otros políticos que también forman parte orgánica de ese núcleo ideológico. Todas son variantes para derrotar al populismo peronista, izquierdista, nacionalista del Frente de Todos. Como sus discursos son determinados por los encuestadores, quienes les señalan que los ultra les muerden los votos de su propio espacio, Horacio, “el bueno, moderado y centrista”, se ve obligado a declarar sin vueltas su verdadero pensamiento. Lo primero que se le nota es que de novedoso no tiene nada, ya que abreva de las arcaicas experiencias menemistas y macristas. Reclamar reformas estructurales (laborales, previsionales y tributarias) y un shock estabilizador no merecerán ningún premio a la originalidad. Tampoco resultó novedoso presentarlo ante la crema del empresariado en el Llao Llao y en grandes reportajes domingueros del Clarín y La Nación. Este giro “forzoso” como lo caracterizan pretenciosamente algunos reputados editorialistas, en realidad no es otra cosa que la puesta en escena del verdadero plan político-social que ofrece Larreta, solo que le agrega un poco de pimienta para diferenciarse de su maestro Mauricio: “No lo haré en 100 días sino en 100 horas”. Eso sí, por ahora conserva en el lugar de lo velado, de los eufemismos, la palabra maldita: “ajuste”, aunque inevitablemente terminará pronunciándola. Estas ideas de las derechas conservadoras solo pueden formularse pensando que la sociedad “olvida rápido”, al decir de un propagandista alemán de tiempos oscuros, las consecuencias sociales de su aplicación todas las veces que fueron gobierno: recesión, desocupación, crecimiento vertiginoso de la pobreza, derrumbe del salario (último ejemplo con Macri del –19 por ciento), caída del nivel de vida de las clases medias y desnacionalización del patrimonio del Estado con su inevitable componente de gran corrupción. Rodríguez Larreta ahora “descubrió” que “YPF debe funcionar como una empresa privada”. De allí que se lanza a la campaña cultural de la antipolítica (“todos son una casta de inútiles”) apuntando a generar un vaciamiento ideológico que luego es ocupado por viejos y nuevos derechistas y sus ultras. Tal desprecio a la memoria de la opinión publica sólo puede ser explicado por su sensación de impunidad mediática. El jefe del gobierno porteño dice que hay que reformar la legislación laboral porque “la gente trabaja de noche y algunos desde su casa”. Difícilmente se pueda crear un argumento tan primitivo. Su verdadera intención es ir a la flexibilización laboral ansiada por las corporaciones empresarias, aunque ya ni AEA lo formula abiertamente. En criollo sería terminar con las indemnizaciones, una nueva reducción de aportes patronales para bajar sus “costos laborales”, horarios flexibles, discrecionalidad en la asignación de vacaciones. Se cumpliría el sueño del lobbista Funes de Rioja, quien en un rapto de sinceridad declaró que: “para crecer hace falta que los empresarios puedan descontratar”. Es decir, liquidar los derechos de los trabajadores conquistados a lo largo de un siglo. Esta “nueva derecha” macri-larretista, en materia de derechos sociales no solo es preperonista, sino que pretende retrotraernos a principios del siglo XX, eso sí, con un “packaging” más moderno.

Cabe preguntase entonces ¿qué consecuencias tendrían en la ciudadanía porteña y para nuestra ciudad estas “transformaciones que no paran”? La respuesta no es muy difícil. Por más diferente que sea la CABA en materia de ingresos, no se salvaría del proceso recesivo. Los 850 mil pobres (23 por ciento) estarían condenados a mantenerse en ese estado. Al igual que los 200 mil indigentes y seguiría creciendo la desocupación juvenil. Una gran parte de la clase media que ahora tipifican como “vulnerable” perdería estabilidad laboral y sufriría caída del salario. El mundo de los trabajadores independientes y de los profesionales que también integran los estratos medios, verían restringido su campo de trabajo y desarrollo profesional, ya que el ajuste (dirán que es tan doloroso como inevitable) genera enfriamiento de la economía y se estructuraría aún más la desfinanciación de la educación pública. En cuanto a la ciudad, cristalizaría el negocio de los constructores de edificios de alturas inimaginables avanzando sobre todos los barrios, si asumimos que los grupos empresarios ya están integrados al gobierno porteño como su agente de negocios que para la ideología neoliberal resulta natural que, tanto los bienes del Estado como los derechos sociales, se transformen en productos transables del mercado. La perspectiva de una ciudad que privilegie mejorar su medio ambiente se alejaría más aún. Se acentuaría el despliegue de una cultura especuladora, sin inserción en comunas y barriadas y orientada a la creación de valores que justifiquen la idea de que bienes culturales son vendibles. Su visión de ciudad más fragmentada y clasista, expulsiva de minorías particularmente de los núcleos humildes, solo llevará a incrementar las tensiones sociales y el conflicto.

Sin embargo, resulta lógico pensar que existe una gran reserva democrática formada en el laicismo, en la convivencia humanista y solidaria en los barrios y en las plazas y clubes, propia de sus orígenes populares y de la escuela y la universidad públicas. Seguiremos defendiendo la idea de vivir en una ciudad integrada por ciudadanas y ciudadanos solidarios que sientan que forman parte de un gran colectivo en el cual el destino de los demás no resulte indiferente.

Nota publicada en Página/12 el 22/06/2022