ContraEditorial | Opinión
Por Carlos Heller
En este 2020, atípico y excepcional, quedó claro que hay plan y que también hay gestión. De no ser así se estaría culminando el año con un panorama muy diferente al que tenemos por delante. Las herramientas fiscales destinadas a morigerar los efectos de la pandemia y la reestructuración de la deuda con los bonistas privados, sumado al comienzo de las conversaciones con el FMI, son algunos de los factores que permiten mirar el horizonte con mayor optimismo. También hay señales de reactivación y se cierra el año habiendo tranquilizado al mercado cambiario. Se evitó convalidar una devaluación basada en la especulación, que hubiera significado ganancia para pocos y pérdidas para las grandes mayorías.
En el Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2020, elaborado por la CEPAL, se prevé que el PIB argentino crezca el 4,9% en 2021 (un valor cercano al establecido en nuestro Presupuesto 2021, del 5,5%), mayor al promedio regional que alcanzaría el 3,7%. El impacto de la pandemia ha sido inédito y en todas partes cabe esperar que el proceso de recuperación sea gradual y que no esté exento de amenazas, tal como lo muestran las segundas oleadas del virus en la mayoría de los países de Europa.
El organismo espera que la evolución de la pandemia permita “mantener niveles de movilidad en la primera mitad de 2021, si bien no completos, mayores a los de mediados de 2020”. Y supone que si bien se avanzará en el proceso de vacunación en la región, “el impacto económico de las vacunas sobre el crecimiento se produzca ya a partir de la segunda mitad de 2021”.
A nivel local, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) acaba de publicar los resultados de un relevamiento llevado a cabo entre agosto y octubre para evaluar los impactos del Covid-19 en un conjunto de hogares del Gran Buenos Aires (CABA y partidos del conurbano bonaerense), y da cuenta de los duros impactos de la pandemia. En el informe se muestra que el 40,3% de los hogares consultados registró problemas de empleo de al menos alguno de sus integrantes, y que el 49,3% manifestó haber tenido una caída en el monto de los ingresos familiares respecto a la situación previa a la pandemia. A su vez, un 45,8% redujo el consumo de productos no alimentarios y un 28,6% de los hogares dejó de pagar o tuvo problemas para cubrir los costos de los servicios de la vivienda.
Del informe también surge que el 48% de los hogares recibió alguna de las prestaciones sociales por la pandemia, ya sea el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), el bono a las personas mayores, a los/as trabajadores/as de salud y de las fuerzas de seguridad, y a quienes cobran parte de su salario con el Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP). Un valor que da cuenta del esfuerzo que ha venido realizando el Estado para tratar de dar alivio. A su vez, si se consideran los hogares que recibieron alguna de las prestaciones sociales que ya existían antes de la pandemia (24,6%), se llega a que tres de cada cuatro hogares recibió algún tipo de ayuda del Estado.
La información brindada por el INDEC va en línea con el último informe del Observatorio de Deuda Social de la UCA, donde se muestra, por ejemplo, que sin las prestaciones implementadas la indigencia sería del 27,9%, casi tres veces más de lo verificado (10%).
A pesar de las severas limitaciones, Argentina ha sido uno de los países que más esfuerzo fiscal llevó a cabo, encabezando un listado de 11 países de la región que aparece en el Balance Preliminar de la CEPAL, incluso por encima de aquellos que tienen mayor holgura en materia de recursos. En el acumulado enero-septiembre las transferencias corrientes destinadas a proteger los ingresos de las familias y la base productiva aumentaron en nuestro país unos 4,2 puntos del PIB, comparando con los fondos utilizados en idéntico período de 2019. Le siguen entre esos 11 países: el Salvador con 3,5 puntos, Chile con 2,6 y Perú con 2,5. El informe destacó en nuestro país el IFE, destinado a hogares en situación de vulnerabilidad y el ATP. De cara a lo que viene, también mencionó que en la región los estímulos de política fiscal no se deben retirar prematuramente ya que, “de lo contrario, la recuperación prevista en la actividad podría verse truncada”.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, afirmó en la semana que: “en el inicio del mandato apuntábamos a un déficit primario de 1,1 y 1,5% del PBI. La pandemia elevó el déficit por debajo del 7%. Hay una diferencia importante y el equilibrio fiscal va a llevar más tiempo de lo previsto”. Una gradualidad que aparece en el Presupuesto para el próximo año, que proyecta un déficit primario del 4,5%.
El Presupuesto 2021 que aprobó el Parlamento es coherente con la idea de garantizar la recuperación, mientras se empiezan a resolver los problemas estructurales. Por caso, uno de los principales pilares de la recuperación económica, la inversión en infraestructura productiva y vivienda, se duplicaría con relación a los valores que dejó el gobierno anterior, aunque aún no alcanzaría para recuperar los niveles de 2015.
No es posible ir hacia un equilibrio fiscal por la vía del recorte del gasto, tal como algunos sectores piden. Sería una postura contraindicada para avanzar en el objetivo de la reconstrucción del tejido social e inhibiría la indispensable recuperación de la actividad económica y el empleo. La mejora de las cuentas públicas será una consecuencia de una reforma impositiva progresiva y del crecimiento con inclusión social, para generar mayor recaudación con el objeto de enfrentar el necesario gasto público.
Más concentración de la riqueza
En este 2020 también se aceleró la tendencia a la concentración de la riqueza global en pocas manos. Que esto haya ocurrido en un contexto de crisis sanitaria, social y de recesión casi sin precedentes constituye una muestra clara de las injusticias del actual sistema.
El índice de los milmillonarios que elabora Bloomberg muestra que en el último mes (14 de noviembre a 14 de diciembre), las diez personas más ricas del mundo incrementaron sus patrimonios, en conjunto, un 13,8%.
En cuanto a Estados Unidos, desde el comienzo de la pandemia hasta el 7 de este mes, según cálculos de un centro de estudios norteamericano, el Instituto de Estudios de Políticas (en base a datos de Forbes), los 651 milmillonarios de EEUU pasaron en menos de un año de tener una riqueza de casi 3 billones de dólares a una de 4 billones (+ 36%). Y dentro de ese grupo los 15 más ricos tuvieron un crecimiento de sus fortunas del 56%. Al resto, unos 636 milmillonarios, se les incrementó “sólo” un 28%. Esto da una idea de la gran concentración que existe aún dentro de este reducido grupo de milmillonarios.
Además, habría que agregar a este dato que muchos de los que aparecen en el listado están siendo investigados en varias partes del mundo por declarar gran parte de sus fortunas en países de baja tributación, eludiendo el pago en los países en los cuales generan sus ganancias.
Para tener una idea de lo que significa este aumento de 1 billón de dólares, es casi lo mismo que están reclamando los demócratas en el Congreso como ayuda para encarar las cada vez más crecientes cifras de infectados y fallecidos por el Covid en EEUU, y que los republicanos rechazan porque es “muy costoso”. Al respecto, en el informe comentado se incluyen las palabras del director de una organización llamada Norteamericanos por la Equidad Fiscal que afirma: “Las ganancias de estos milmillonarios por la pandemia son tan inmensas que podrían pagar por un verdadero programa de ayuda a las víctimas del Covid y aun así no haber perdido un centavo de su riqueza anterior a la pandemia”.
Es un problema que se repite en todas partes: el de la acumulación desmedida y acelerada en manos de unos pocos y pocas, quienes se resisten a cualquier tipo de imposición por parte de los Estados, que a lo sumo los llevaría a ser algo menos ricos.
Con otras dimensiones, es una imagen que se puso en evidencia recientemente en nuestro país durante el debate en torno al Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia, que sólo alcanzará al 0,02% de la población, mientras que el 99,98% quedará excluido. Un aporte que servirá para que muchas personas estén mejor. Es con solidaridad, no con meritocracia e individualismo, que se podrá avanzar hacia el objetivo de construir un país mejor.