Nodal | Opinión
Por Carlos Heller
Más allá de los pormenores de la difícil coyuntura que está atravesando la Argentina, nunca está de más retroceder un poco en el tiempo para entender varios aspectos del presente.
En un informe económico que presenté en febrero pasado sostenía que nos encontrábamos en “una grave recesión” y daba cuenta de las “dificultades para salir rápidamente de ella”. En efecto, la Argentina llegó a la pandemia sanitaria con otra pandemia a cuestas: un combo de endeudamiento insostenible, aumento de la pobreza, desempleo creciente, muchas PyMEs quebradas, altos niveles de inflación y un sistema de salud muy deteriorado. De hecho, no es sólo una formalidad, el Ministerio de Salud había pasado a ser una Secretaría durante el gobierno de Mauricio Macri. Todo un símbolo de cuáles eran sus prioridades.
Así las cosas, a mediados de marzo se declara el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Una acertada política para frenar una crisis sanitaria de gran magnitud pero que tuvo un significativo impacto en el nivel de producción. Podríamos definir la situación como de una “doble pandemia”. La recibida luego de cuatro años de gestión neoliberal, de destrucción del entramado productivo y especulación financiera, a lo que se sumó la catástrofe del coronavirus.
Los últimos datos conocidos de la macroeconomía argentina evidencian la gravedad de la situación. La actividad económica se redujo un 5,4% interanual durante el primer trimestre del año. El sector industrial se contrajo un 33,5% en abril con respecto al mismo periodo del año pasado. Se estima que en el mes de mayo continúe la tendencia. Para citar un sector en particular, la producción automotriz se derrumbó un 84% en dicho mes, con sólo algunos días hábiles al final del mes en los que algunas fábricas comenzaron a operar.
A diferencia de otras crisis originadas en la economía interna, esta vez la Argentina debe afrontar también la crisis mundial por la pandemia y el impacto de ello en su comercio con el resto del mundo. El último dato disponible del mes de abril indica una reducción del flujo de comercio exterior para Argentina que superó el 23%. Esto fue consecuencia de una caída interanual del 19% de las exportaciones y del 30% en el caso de las importaciones. Según estima la Organización Mundial de Comercio, con la incertidumbre del caso, el flujo de comercio mundial caería entre el 13 y el 32% en 2020.
También las primeras potencias sintieron fuertemente las consecuencias de esta pandemia. Una de ellas, Estados Unidos, además de ser el país con más casos de infectados y de muertos por el de Covid-19, registró una reducción del 5% de su Producto Bruto en el primer trimestre del año y analistas proyectan bajas que podrían llegar al 30% para el segundo trimestre. En abril se registró una tasa de desocupación del 14,7%, la mayor desde la gran crisis del treinta, y sigue subiendo (una estadística que no tiene en cuenta a quienes trabajan en la informalidad, incluidos los indocumentados). Desde que comenzó la pandemia hubo cerca de 43 millones de solicitudes de seguro por desempleo.
Situaciones similares se vivieron en la mayoría de los países europeos al tiempo que uno de los principales países de Sudamérica, Brasil, estima, como mínimo, una caída del 6% de su actividad económica para todo 2020 con una tasa de desempleo del 12,6%.
Volviendo a la Argentina, en esta delicada coyuntura nacional y mundial, el Gobierno nacional no se mantuvo al margen sino todo lo contrario. Se impulsaron diversos programas a través de ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social). Uno de ellos es el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), una asistencia a 8,3 millones de hogares argentinos cuyos miembros son fundamentalmente trabajadores informales que constituyeron uno de los segmentos más perjudicados por la paralización de actividades. Este ingreso de emergencia fue otorgado entre abril y mayo y ya se anunció un refuerzo de igual monto para junio. Además, se estableció una prórroga de seis meses y reducción de intereses para todos los préstamos otorgados a jubilados a través de ANSES. Otra asistencia estatal estuvo dada por préstamos a tasa cero a trabajadores autónomos y cuentapropistas, de ingresos bajos y medios.
En cuanto a las empresas, se puso en marcha un “Programa de Asistencia al Trabajo” por medio del cual se abonó hasta el 50% del salario (con un tope de 2 salarios mínimos) a trabajadores de empresas que atraviesan complicaciones por la suspensión de actividades. El mismo alcanzó a cubrir a 2,2 millones de trabajadores. A las empresas atravesando problemas también se les otorgó una reducción o postergación del pago de hasta el 95% de los aportes patronales al sistema previsional.
Como si esto fuera poco, las autoridades argentinas están además transitando momentos decisivos en la renegociación de la deuda pública con los acreedores privados de títulos bajo ley extranjera. Algo que ya mencioné en mi columna anterior y que ahora se encuentra en momentos decisivos. La Argentina ha puesto en consideración de los acreedores una nueva propuesta que, en términos generales, incluye algunas mejoras en distintos bonos, se adelantan los vencimientos y algunos inicios de las amortizaciones. Pero no se cambia lo sustancial del mantenimiento del período de gracia y las bajas tasas de interés iniciales, ni el objetivo de que sea una propuesta sustentable. Es decir, que Argentina pueda asumir los vencimientos de capital e intereses sin recurrir a ajustes que recaen sobre su población, y que permita un crecimiento sustentable con equidad social.
La Argentina volvió a recibir el respaldo del FMI en esta negociación. La directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, señaló que “el objetivo es reestructurar la deuda de una manera que pueda pagarla”, y consideró que “nadie se beneficia de un país que cae del precipicio de la deuda” ya que “el país quedaría excluido de los mercados, el crecimiento sufriría, la gente sufriría y los acreedores no recuperarían su dinero”. Y concluyó sosteniendo que “en ocasiones, es necesario realizar una reestructuración reflexiva”.
Los funcionarios del FMI sostuvieron que “la propuesta revisada de reestructuración de la deuda de las autoridades argentinas sería consistente con el restablecimiento de la sostenibilidad de la deuda con alta probabilidad”.
Imaginando el país post pandemia
En una entrevista, el Presidente argentino señaló: “Lo bueno de esta pandemia, cuando la superemos, es que podamos exhibir un mejor país, con más igualdad y un mejor Estado, más eficiente, más atento a la gente y que le preste mucho más servicios a los argentinos”. De eso se trata y esa es la mirada hacia el futuro de las autoridades del Gobierno que preside Alberto Fernández.
Estoy convencido de que hay que pensar en una Argentina post pandemia que apunte a resolver cuestiones estructurales que subyacen a esa desigualdad, como la modificación de la estructura tributaria o, entre otras tantas, la sanción de una nueva Ley de Servicios Financieros que priorice el servicio a la sociedad, y no la especulación. Pero primero, lo urgente.