Página/12
El sábado 4 de octubre, en el estadio de Atlanta, treinta mil compañeros nos reunimos para asumir y reafirmar una vez más nuestro compromiso con el Proyecto Nacional, Popular y Democrático iniciado el 25 de mayo de 2003 por Néstor Kirchner y continuado hasta el presente por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Por Carlos Heller
Somos conscientes de que el pueblo argentino se aproxima a un momento de definiciones cruciales, luego de un proceso inédito de transformaciones profundas en el campo económico, social y cultural, pero muy especialmente en el político. Somos conscientes de que lo que está en juego es mucho y es inédito en la historia de nuestro país. A partir del 25 de mayo de 2003, cuando asume la presidencia de la Nación Néstor Kirchner, comienza una etapa signada por cambios trascendentales, cuya esencia es la construcción de un proyecto nacional y popular destinado a reparar un sinnúmero de reivindicaciones históricas, promover la justicia social, consagrar nuevos derechos y contribuir desde la República Argentina a la integración de la Patria Grande de América latina y el Caribe.
A lo largo de estos años se han puesto en marcha iniciativas políticas, acompañadas por medidas económicas que permitieron incorporar a millones de compatriotas al trabajo decente, el acceso a la salud, la educación y la previsión social, entre otros logros. Nuestro país emergió de la peor crisis de su historia provocada por la sobredosis del nefasto modelo neoliberal, como resultado de una acción decidida y valiente para terminar con el condicionamiento de la deuda externa, por medio de medidas que privilegiaron el crecimiento y la consolidación del mercado interno y el bienestar social.
Uno de los datos relevantes de la década ganada ha sido el papel del Estado, a través de políticas públicas tales como la Asignación Universal por Hijo, la incorporación de millones de compatriotas al sistema previsional, la recuperación de YPF y nuestra aerolínea de bandera, entre otros logros determinantes para garantizar el crecimiento económico con la inclusión social. También la creación de los ministerios de Ciencia y Tecnología y de Cultura.
Cómo no nos vamos a sentir parte de este proceso si se fueron conquistando reivindicaciones por las cuales venimos luchando desde hace décadas. En todo este proceso se fue gestando la fuerza política necesaria para liderar, sostener y profundizar las transformaciones impulsadas desde el gobierno nacional, asumiéndose bajo el nombre de kirchnerismo. Se trata de una confluencia de las mejores tradiciones del campo popular argentino y de sus partidos de profunda raigambre popular. Una configuración que expresa unidad en la diversidad, que manteniendo las identidades propias, constituyen una novedosa expresión en la política de partidos y movimientos sociales con sus mejores atributos. El kirchnerismo va siendo una síntesis del pensamiento y la acción transformadora de nuestro pueblo y es, indudablemente, la base para garantizar que el formidable cambio iniciado en la Argentina con la impronta de Néstor y Cristina continúe y se profundice. Asumir el compromiso político del “nunca menos”, para nosotros se traduce en la necesidad de fortalecer nuestro Frente Nuevo Encuentro y contribuir a la consolidación, potenciación, crecimiento y desarrollo del espacio Unidos y Organizados.
De esto se trata cuando hablamos del enorme desafío que asumimos desde Nuevo Encuentro, como parte inseparable de ese universo kirchnerista. Nosotros no somos “aliados” del kirchnerismo, somos parte del kirchnerismo. El escenario electoral que se avecina debemos verlo como parte de la confrontación mayor de los intereses que están en disputa. Hay un modelo de pasado y hay un modelo de futuro para la organización económica, política, social y cultural de la Argentina. El modelo de pasado, nuestro pueblo ya lo ha padecido y lo conocemos, sabemos que se trata de la restauración conservadora liberal y no nos equivoquemos: vienen por todo y pretenden sepultar todas las conquistas obtenidas en estos últimos años. El futuro se perfila desde este presente. En el devenir de los tiempos que corren no resulta sencillo asegurar procesos de cambios profundos bajo las reglas de la alternancia en las democracias establecidas. La alternancia, levantada por la derecha como virtud republicana, no es otra cosa que facilitar con recambios formales de elencos gubernamentales el estar al servicio de los verdaderos poderes fácticos y concentrados. Por eso necesitamos diez o quince años más de gobierno, para hacer todos los cambios que faltan, para consolidar la ampliación de derechos. Para legislar todo aquello que sea necesario para que el “nunca menos” sea la base de un “siempre más” al servicio de los intereses del pueblo y de su bienestar. Nos hacen falta estos años por delante para lograr que desde el buen gobierno “para” el pueblo se geste con mayor protagonismo y participación el empoderamiento indispensable para que el gobierno sea definitivamente “del” pueblo y para el pueblo. Y por estas razones, de cara a las elecciones de 2015, consideramos que los hombres y las mujeres que representen a este espacio en la contienda electoral deben asumir el compromiso público y formal de llevar adelante el programa de acción política que resume la esencia del kirchnerismo, cuyos ejes fundamentales son:
–Proseguir con la política exterior independiente y de integración regional y hermandad con los países que sustentan proyectos emancipatorios.
–Profundizar el rol activo del Estado en todas las dimensiones estratégicas de la sociedad.
–Defender el patrimonio material y simbólico de nuestro país.
–El desarrollo y la consolidación del mercado interno.
–La dignificación del trabajo
–El fomento a la industria nacional y el avance hacia una matriz productiva que asegure el autoabastecimiento de bienes y servicios esenciales, así como la generación de fuentes de trabajo decente.
–Garantizar el respeto y goce pleno de los derechos humanos, incluyendo los denominados económicos, sociales y materiales.
Claro que calibrar el carácter de la disputa nos exige comprender que no se trata de hacer una prolija sistematización programática y presentarla como exigencia testimonial, sino de saber que si no construimos la fuerza social y política suficientemente poderosa para luchar por estos cambios, no será posible lograrlos. Esto implica disponer de conciencia, movilización, participación y protagonismo popular y, como recurrentemente lo afirma la Presidenta, redoblar los esfuerzos de organización, unidad, de militancia para ir adelante, para poder crecer, tener trabajo, estudio, vivienda y dignidad.
Por ello es necesario redoblar la militancia no sólo para ganar en las urnas, asunto que es primordial, sino además para contar con la movilización necesaria que permita confrontar y resistir incluso las contraofensivas de la derecha y sus múltiples medios de horadar la conciencia del pueblo. Hay precandidatos que hablan de “continuidad con cambios”, sería bueno que explicitaran qué es lo que va a continuar y qué es lo que va a cambiar. Porque nosotros también dijimos y decimos “Por todo lo que se hizo bien, por todo lo que falta”.
Entonces, si cambiar es pensar que necesitamos profundizar las políticas de distribución de la riqueza, afianzar nuestra autonomía soberana, de profundización y ampliación de todo tipo derechos, entonces hay que seguir demoliendo la “seguridad jurídica” que construyeron para garantizar sus privilegios. Nuestro compromiso está sellado con el rumbo y con la construcción frentista que permita garantizar un futuro desde el presente sin ningún tipo de retorno al pasado.