Columna de Opinión - Diario Clarín - 13/07/2010
Por Vilma Ibarra – Diputada Nacional por Nuevo Encuentro Popular y Solidario
En este debate no está en juego conseguir media hora en un Registro Civil para ir con dos testigos y tirar arroz; se trata de discutir la necesidad de vivir en una sociedad donde las personas, con nuestra maravillosa diversidad, podamos elegir con quién casarnos y desarrollar nuestro propio plan de vida respetando a los demás y con igualdad de derechos ante la ley.
La propuesta de unión civil es la moneda de cambio que ofrecen quienes rechazan la igualdad en el matrimonio. Carentes de fundamentos, ofrecen reconocer apenas que hay personas parecidas a otras.
Nunca iguales. Dividen a la sociedad en heterosexuales y homosexuales, y reservan el matrimonio para los primeros .
Es una iniciativa huérfana de consensos y rechazada en forma unánime por todas las organizaciones que representan a la comunidad homosexual. Propone un contrato común que puede o no registrarse, que puede modificarse a voluntad, que no posee una sola cláusula protectiva de derechos de los contrayentes , que puede disolverse con una carta documento, que impide ejercer derechos que hoy ya posee la comunidad homosexual, como la fertilización asistida, impide la adopción y legaliza la discriminación .
En efecto, admite que un empleado o funcionario invoque “objeción de conciencia” y se niegue a hacer cualquier “trámite” relativo a una pareja del mismo sexo. ¿Lindo, no? “¿Ustedes son homosexuales? Yo no los atiendo”.
Así de discriminatorio. Y legal.
Es importante saber que l a ley de adopción vigente no exige ser heterosexual para adoptar.
Hay cientos de familias homoparentales que crían a sus hijos, adoptados por uno de ellos -no pueden hacerlo conjuntamente, precisamente por no estar casados- o nacidos por métodos de fertilización asistida.
Esta ley no inventa la adopción, sino que viene a reparar la situación de desprotección que viven esos pequeños, también discriminados . Quien no figura como adoptante no puede darle a su hijo su obra social, ni autorizar una intervención quirúrgica; no está obligado a prestar alimentos ni tiene vínculo hereditario. Y en caso de fallecimiento de quien figura como adoptante, el niño es tratado como huérfano.
No es literatura. Sucede.
Y del dolor y la angustia de ese niño hay que hacerse cargo. Algunos dicen que el matrimonio “por naturaleza” es de hombre y mujer. Sobre lo “natural” hay mucho para hablar. Se sostenía en la antigüedad que era “natural” que hubiera esclavos, luego se consideró “natural” someter a los pueblos originarios con la excusa de evangelizarlos y se dijo que era “natural” que la mujer estuviera sometida al hombre.
Lo cierto es que las relaciones humanas están atravesadas por la cultura y por eso las leyes se modifican, para acompañar los cambios culturales.
El matrimonio protege a la familia y cada quien construye la propia. Es verdad que los prejuicios se arraigan, pero las resistencias se vencen, como cuando se logró el derecho al voto para la mujer, la patria potestad compartida, o cuando se sancionó la ley de divorcio.
No hubo hecatombe . Jamás hay hecatombe cuando se reconoce la dignidad de las personas .
Una frase final.
Por favor, que las autoridades eclesiásticas depongan la violencia verbal .
No es éste un debate religioso.
No hay en marcha ningún plan maligno de destrucción. Como no lo hubo cuando se logró la igualdad de la mujer o el divorcio vincular. Sólo queremos que cada persona pueda vivir su vida en respeto y dignidad, y que se cumpla el precepto de ser, todos y todas, iguales ante la ley. Ante la ley civil en un Estado laico.