04.04.2013 | Tiempo Argentino | Editorial
Por Juan Carlos Junio
El jefe de gobierno porteño tiene una inocultable inclinación a viajar, aunque sus habituales escapadas obedezcan a distintas motivaciones.
Antes de su estadía vacacional en Brasil, el viaje del que tenemos conocimiento fue el que hizo a Roma, para participar de la asunción del Papa. Macri confesó que, al encontrarse frente a frente con el Sumo Pontífice, se quedó "sin palabras".
Está claro que tiene un problema con las palabras, y otro más importante aun en las relaciones entre estas y los hechos. Cuando logra encontrar vocablos que expresen aquello que hace y que no hace, se establecen curiosas asociaciones discursivas entre las palabras y las cosas.
Por caso, en declaraciones públicas Macri dijo que sabía que este año habría seis grandes lluvias que generarían dificultades. El conocimiento de ese hecho no fue obstáculo para incurrir en su práctica cada vez más habitual: explicar las razones por las cuales importantes problemas de nuestra Ciudad no fueron solucionados por su gestión. En sus mínimas palabras siempre "explica" en vez de resolver en términos reales.
En este caso, la mitad de la argumentación para justificar su insolvencia frente a la catástrofe que una vez más asoló la Ciudad de Buenos Aires fue la recurrencia a una suerte de "pachamamismo climático": el "cielo" así lo quiso. La otra mitad, por supuesto, fue la remanida acusación de que fueron las acciones del gobierno nacional las que impidieron que realice su trabajo y ponga en acción sus fantasmagóricos equipos técnicos, que nunca aparecen pero con los que viene amenazando desde hace muchos años.
Más interesante que lo que Macri afirma con su proverbial escasez de palabras es lo que oculta. Incrementó de manera sustancial el ABL, los peajes –entre otros tributos– y la tarifa del subte, mientras habla de su preocupación por la inflación. La Ciudad, que recauda como nunca, subejecuta los recursos para satisfacer necesidades comunes o anticiparse a seguros problemas ligados al cambio climático.
El costo fue muy alto en términos económicos, sociales y culturales, pero en esta oportunidad se agrega el agravante excluyente y más importante: la pérdida de vidas humanas.
Cuando el diluvio ya había causado daños irreparables, emergió uno de los síntomas más sórdidos de la administración del GCBA: la ausencia de los dirigentes en los momentos críticos, siempre unida a la desorientación en la gestión. Mientras el jefe de gobierno volvía de Brasil y su jefe de Gabinete se encontraba más lejos todavía, el "equipo macrista" también se quedó sin palabras y sus hechos revelaron una ineficiencia militante.
Los dolorosos momentos que está viviendo el pueblo de nuestra ciudad van corriendo el brumoso velo que los grandes medios de comunicación asociados a su proyecto político colocan a diario para encubrirlo. Queda claro que Mauricio Macri se queda siempre sin palabras. Hay desgobierno. Y una ciudad cada vez más desigual, más injusta y más inundable.