Ámbito Financiero | Opinión
Por Carlos Heller
Uno de los conceptos de teoría monetaria que suelen repetir los economistas ortodoxos es el de "ratio de sacrificio". Traducido, sería lo que hay que resignar en términos de actividad económica y empleo para mantener a raya las demandas salariales y la inflación. En paralelo, sostienen que a mayor credibilidad del Gobierno, menores serán los costos.
La "economía del sacrificio" es uno de los ejes en los que se sustentan los famosos esquemas de metas de inflación. Pero puede extenderse a toda la política económica que siguen los gobiernos de corte neoliberal, en particular el nuestro. Es una forma técnica de invocar un futuro venturoso, que en realidad jamás se alcanza, y que siempre demanda una tanda más de medidas impopulares.
En esta matriz calzan a la perfección declaraciones como la de Luis Caputo, flamante presidente del BCRA: "yo creo que de mediano y largo plazo no hay mal que por bien no venga. Es lo mejor que nos pudo haber pasado (la crisis cambiaria). Esto nos obligó a ir a pedir el crédito al Fondo Monetario". Esto refuerza mi idea de que la vuelta al Fondo fue una manera de avanzar decididamente con el ajuste de "shock", terapia que el Gobierno no se animaba a implementar, sólo para evitar el impacto en la opinión de la ciudadanía que reflejan las encuestas.
La reciente suba de las tasas de interés de las Lebac al 47%, o el sendero de déficit fiscal cero comprometido con el FMI, son algunos ejemplos de los costos a pagar, que ya se acumulan en el segundo semestre en términos de actividad y empleo. A estos, se suma -entre otros- una nueva caída del salario real, que está afectando el consumo interno y a las pymes. El sacrificio presente -afrontado exclusivamente por los sectores de bajos recursos y por las capas medias- es la certeza más visible del actual modelo de desregulación y apertura externa.
En tanto, la búsqueda de credibilidad demanda, además de ajustes, avanzar con las reformas que piden los mercados y los organismos. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) acaba de afirmar que el ingreso de nuestro país al organismo llegará en cualquier momento. El economista jefe de la Unidad Latinoamérica y Caribe del Centro de Desarrollo de la OCDE, Ángel Melguizo, señaló: "Ya hace unos años venimos alertando sobre el uso de medidas proteccionistas. Pero lo importante es que América Latina no está siguiendo estos pasos. Por el contrario, colocó más medidas de liberalización entre los vecinos". Queda claro que el sacrificio aquí radica en hacerse cargo del ajuste que las economías centrales se niegan a realizar.
La reciente reclasificación de mercado fronterizo a emergente demandó como prenda de cambio, recordemos, la reforma de la Ley de Mercado de Capitales. Entre otras cosas se "blanqueó" la actividad de "banca privada", cuyos objetivos, aquí y en todo el mundo, son facilitar la evasión fiscal y otros delitos. También se abrió la puerta a la "autorregulación de los mercados". En paralelo se permitieron las operaciones altamente especulativas.
Con el acceso al índice de los emergentes las beneficiadas potenciales no serán las pymes sino algunas pocas empresas locales que cotizan en Nueva York. En los hechos, pertenecer a este club hace prever que habrá un mayor incremento de la exposición del país a turbulencias externas. El balance sólo cierra con un doloroso ajuste.
En una reciente nota del Financial Times (El Cronista, 18 de junio) se preguntaban: "¿cuál es la mayor preocupación para los inversores de mercados emergentes? La política y las elecciones en particular (...). No es casual que tres de las cuatro monedas más grandes que han registrado caídas en el trimestre sean Turquía, México y Brasil, todos países que tienen comicios en los próximos meses". La democracia y los mercados, en polos antagónicos.
El sacrificio no es sólo un ratio, es una penosa carga que la ciudadanía no debiera tolerar.