Juan Carlos Junio - Cámara de Diputados - Intervención en la sesión especial del 22/08/2012

22/08/2012

Juan Carlos Junio.- Señora presidenta: deseo expresar el apoyo del Frente Nuevo Encuentro al proyecto de resolución de declarar de utilidad pública la expropiación de la Compañía de Valores Sudamericana.

Entendemos que el Estado debe continuar recuperando para sí atributos que son de su competencia y que deben ser indelegables. Esta línea de pensamiento hay que colocarla en un clima de época. Nuestra sociedad ya ha vivido con dolor la experiencia del neoliberalismo y de la gestión privada como panacea de la gestión eficiente.

Ese paradigma ha demostrado su fracaso. Es así como se abre paso la recuperación del rol del Estado, dejando atrás lo que la vida ha zanjado, demostrándonos que el paradigma era anacrónico y una verdadera traba para el desarrollo social y la vida de los pueblos. Ciertamente, este no es un fenómeno sólo de nuestro país sino también continental. En la mayoría de los países de nuestro continente se están dando procesos de este tipo que contrastan con lo que está ocurriendo en algunos de los países europeos, que persisten en la aplicación del viejo modelo neoliberal.

También en nuestra Cámara tenemos epígonos de las ideas y de la aplicación de las políticas de Rajoy, Aznar y Berlusconi. En fin, todo esto creo que es anacrónico y forma parte del pasado.

El verdadero debate de fondo es el del modelo de propiedad y de gestión de las empresas estratégicas para la Nación. La propiedad y la gestión no son eternas, sagradas ni, mucho menos, ahistóricas, ni aquí ni en ningún lugar de la tierra ni en ningún estadio histórico. Por el contrario, el derecho de propiedad es histórico, y así como la dictadura y el menemismo neoliberal privatizaron todas las principales propiedades y riquezas sociales de nuestro pueblo, este gobierno -lleno de legitimidad por el pronunciamiento popular- está transitando por otro camino en relación a la propiedad, que es el camino de lo público.

Efectivamente, algunos colegas aquí hablan del derecho a la propiedad privada, pero cuando el Estado fue despojado de sus propiedades sociales a lo largo de las últimas décadas, ya no era un derecho sagrado.

Se argumentaba que existía ineficiencia del Estado y, por lo tanto, había que privatizar sus propiedades. El Estado había dejado de ser sagrado e inmutable. De esta manera, no es sagrado ni es inmutable; es ideológico y político.

Acabamos de escuchar un hermoso homenaje a la propiedad privada de la reina de Inglaterra, porque parece que entra aire fresco por las ventanas. Lo único que nos falta es que Inglaterra sea el ejemplo de propiedad privada para los argentinos.

Todos sabemos que el reino de Inglaterra se ha caracterizado a lo largo de los siglos por el despojo violento de las propiedades de la mayoría de los pueblos del mundo, entre ellos el nuestro. Podríamos decir a los ingleses que nos devuelvan las Islas Malvinas porque están violando nuestros derechos. Sin embargo, ellos sostienen que las islas son su propiedad privada. Por lo tanto, creo que esa línea de pensamiento no tiene absolutamente nada que ver, máxime desde el panteón político donde se colocan.

También resulta que Aristóteles viene a este recinto hoy, y en una brillante intervención jurídica nos dice que no se debe subordinar la soberanía a la ley de una ciudadana que ha tenido 13.800.000 votos. Está cargada de legitimidad, pero se la compara con algún régimen despótico propio de algún estadio histórico esclavista, todo tras la mención de Aristóteles.

Por lo tanto, creo que se esgrimen argumentos que, en el fondo, lo que quieren es legitimar y consagrar como eterna la propiedad privada, cuestionando el debate de fondo que aquí se ha planteado: la expropiación como modelo de propiedad.

Ciertamente se ha planteado una cuestión en el orden jurídico y judicial que no se trata de eludir, pero no podemos negar que esa situación ha sido centralmente fogoneada por el monopolio de la comunicación más importante que tenemos en la Argentina. Aquí tampoco hay situación judicial alguna relacionada con el neutralismo.

Es efectivamente escindible lo que está discutiendo el Parlamento con la acción que debe llevar a cabo la Justicia. ¿Acaso los jueces están impedidos de impartir justicia por el hecho de que hoy tomemos la decisión de expropiar esas acciones? ¿Acaso no es mejor aun que los jueces traten con los funcionarios públicos emergentes de la conducción futura de la empresa, que con funcionarios privados que aquí están totalmente cuestionados por muchísimos colegas? Estimo que una cosa no tiene nada que ver con la otra, y finalmente la Justicia se va a expedir.

Hay dos grandes responsables de este debate de fondo: la utilidad pública y la expropiación. De eso se trata este debate, no de padrinos de boda, vecinos y compañeros de turismo en mundiales de fútbol, divorcios y conflictos conyugales y hasta de cuentitos con ilusiones de frustradas aspiraciones literarias. No se trata de nada de eso, sino de la propiedad. Eso es lo que no se acepta, e incluso los opositores ponen en evidencia sus diferencias y prejuicios ideológicos. Quieren mantener un Estado desaparecido y destruido y seguir privilegiando las privatizaciones y lo privado. Claro que lo hacen a contramano del devenir de la historia y de la opinión pública. Ya pasó el cuarto de hora de Neustadt y Grondona; ya se medró bastante con eso. Ahora sentimos que tenemos el apoyo y el consenso de la opinión pública, que valora la gestión pública como gestión posible y eficiente para resolver los problemas de la sociedad.

Encuadramos el debate de hoy con el de YPF, con el de la producción de papel para diario, con la estatización de las AFJP. Ustedes recordarán que se decía “Se roban la plata de los ancianos”, en una especie de histeria política. Y también, “Se roban las reservas del Banco Central”. Ahora se puede ver con claridad que eran campañas propagandísticas que se llevaban a la rastra a muchos políticos con el sueño de juntar votos.

Por lo tanto, esta no es una cuestión moral sino ideológica y de modelo de país.

He escuchado con estupor -como dijo el diputado del PRO- a la diputada del PRO que ayer tuvo su día de gloria y logró salir en todos los diarios por decir “La presidenta ordenó una operación de encubrimiento”.

Francamente, creo que quien está procesado por encubrimiento es Macri, el jefe del PRO, no la presidenta de la Nación. Macri es un procesado crónico; por eso tienen que cuidarse de hacer estas menciones a la presidenta.

Ya en el tema de las cloacas de Morón, con Rousselot, a quien tuvo que vencer democráticamente Martín Sabbatella, Macri estuvo vinculado a esos episodios, así como fue procesado por contrabando de autos del Uruguay y, ahora, por encubrimiento y espionaje nada más ni nada menos que a los familiares de las víctimas de la AMIA.

Por lo tanto, creo que hay que cuidarse de colocar a la presidenta de la Nación como encubridora. El tema es si queremos seguir con el debate de fondo. Si aquí queremos una Aerolíneas Argentinas del Estado o si queremos una Aerolíneas Argentinas de Marsans o de Iberia. Ese es el debate. Es de toda lógica, entonces, que el Estado expropie y se haga cargo de una empresa con capacidad de fabricación de billetes y de acuñación de monedas de curso legal, mucho más en el marco de una crisis internacional grande y estructurada. Ya no habrá que recurrir a importar billetes de Brasil, como en 2010, más bien podremos ser exportadores.

Son decisiones estructurales desde una visión ideológica, que avanzan a cerrar el ciclo histórico de empresas privadas e ineficientes que, por su objeto de lucro desmedido, que está en su propia naturaleza, chocan con el interés de la sociedad, chocan con la posibilidad de prestar un servicio para el interés general, que es el verdadero destinatario de la protección y del servicio de la Nación.

Efectivamente, estamos discutiendo los grandes problemas de la patria, como dijo un colega. Apoyamos y saludamos esta decisión política de la presidenta que coincide con nuestros ideales de recuperar y fortalecer la soberanía de la Nación, y también esta idea de soberanía que estaba perimida para algunas ideologías y que no está pasada de moda, porque las grandes ideas y los grandes valores no mueren. (Aplausos.)