Tiempo Argentino | Conmoción social y recetas neoliberales
Las forzadas causalidades economicistas que adujeron los voceros de la derecha para justificar la extorsión y el caos.
Por Juan Carlos Junio
En plena celebración de los 30 años ininterrumpidos de nuestra democracia, las fuerzas oscuras de siempre intentaron generar una situación política de caos y terror, utilizando como grupo de choque a las policías provinciales. Claro que esta gran jugada política fracasa porque la sociedad mayoritariamente rechaza el sentido antidemocrático de estos núcleos violentos lanzados al amotinamiento, el saqueo y la muerte. Su basamento es el viejo axioma de acorralar al pueblo a través del miedo, ahora potenciado por medios de comunicación que registran sesgadamente el accionar extorsivo y criminal de estos grupos. El reclamo salarial, por más atendible que sea, no puede velar la conducta política de estos fabricantes de miedo y conmoción social.
Los que reclamaron la suspensión de los festejos enarbolando el argumento de la prudencia y oportunidad del mismo, sólo demuestran que no aprendieron de nuestra historia. No se resuelve nada cediendo ante las presiones de los grupos facciosos antidemocráticos. Por el contrario, nuestra experiencia política como sociedad enseña que debe haber una respuesta firme, decidida y de ofensiva. La presidenta de la Nación la dio. Y señaló contundentemente que es necesario "condenar sin dudas la extorsión a una sociedad por parte de aquellos que portan armas para defenderla y no para atacarla". Una vez más, resulta valioso recordar la expresión sanmartiniana: "Para los hombres (y mujeres) de coraje se han hecho las empresas."
En cuanto al relato de la derecha, desde otro prisma, de estos acontecimientos, vemos que no ha puesto reparos a la hora de forzar causalidades economicistas. En esta modalidad están quienes sostienen que los aumentos de precios y la erosión de los ingresos están en la base del reclamo policial y, consecuentemente, de los saqueos; aunque, acto seguido, pasan revista a la imposibilidad de que las finanzas provinciales puedan afrontar los aumentos anunciados. Así resulta que, desde su particular perspectiva ideológica, los mayores salarios terminarán generando una mayor presión sobre los precios.
El martes, en uno de los momentos más álgidos del conflicto, el periodista Alcadio Oña tituló en Clarín: "¿Y qué pasa si atacan la inflación?", limitándose a decir que "todo sería más fácil con una tasa de inflación diferente. Ese es, al fin, un disparador de conflictos. Y ahora lo único que le faltaría a la década ganada sería, además, convertir a los salarios en variable de ajuste". Si bien no puede eludir darle crédito a uno de los principales méritos del actual modelo económico, que ha sido el crecimiento y la defensa del salario real de los trabajadores, en su nota no hay una sola idea sobre las verdaderas causas del aumento de los precios ni cómo enfrentar este fenómeno, aunque se esfuerza en vincular los saqueos con la supuesta caída del poder adquisitivo.
Conocedores del paño, y del costo político que afrontarían, en este momento histórico son pocos los que se animan a publicar sus verdaderas opiniones y recetas antiinflacionarias, precisamente porque son medidas absolutamente antipopulares y de las que ya fue probado su fracaso desde una perspectiva social. Una de las excepciones a esta regla fue la de José Luis Espert, de conocida trayectoria neoliberal, quien, luego de señalar que "estamos en estanflación" (estancamiento económico con inflación), reveló los verdaderos ingredientes de la receta ortodoxa: "Hay que deshacer las causas de la crisis. Hace falta volver al equilibrio fiscal, salir de una década de tasas de interés reales negativas, moderar los ajustes salariales, devaluar para recuperar el atraso cambiario; y cuando todo eso se haya hecho, será posible eliminar el cepo y restablecer un mercado único y libre de cambios."(Ámbito Financiero, 10/12/13). La frase es importante por su crudeza, ya que expresa el verdadero pensamiento de la derecha, que otros no dicen, o más bien disfrazan tras tecnicismos académicos. Además, es erróneo sostener que existe estancamiento económico, más en estos días cuando todos los medios anunciaron que la CEPAL acaba de aumentar la proyección de crecimiento de nuestro país para este año al 4,5 por ciento.
Lo anterior no implica negar la problemática del incremento de los precios ni la necesidad de ir atacando sus causas en el corto plazo. En este marco, y dado el fuerte componente de puja distributiva que subyace a la inflación, resulta esencial abocarse con énfasis y premura al estudio de las cadena de valor, algo que se ha retomado con fuerza en las últimas semanas, y a partir de allí actuar con la máxima determinación sobre los eslabones corporativos que se apropian de las mejoras del poder adquisitivo de los trabajadores y de los aportes sociales que hace el Estado, aumentando precios para incrementar sus márgenes de ganancia. Sería este un avance importante para abordar el próximo período de paritarias evitando que salgan perdiendo los trabajadores por la vía de los precios. También sabemos que se parte de una situación de altos niveles de concentración y extranjerización de la estructura productiva. Por eso, la existencia de prácticas monopólicas sólo puede ser afrontada a través de la regulación estatal, sancionando los abusos contra los consumidores, particularmente en los artículos vitales, o con la creación de entes reguladores de ciertos bienes, como podría ser el caso de los alimentos, partiendo del enfoque que privilegia la seguridad alimentaria para la población. Para ello, es preciso continuar reforzando el rol del Estado y, en paralelo, seguir fortaleciendo el desarrollo de las Pymes, que como está demostrado, son un sector productivo que favorece la democratización de la economía por su vastedad social, su capacidad generadora de empleo y de riqueza, y su carácter antimonopólico. Mientras tanto, vale la pena seguir desenmascarando la irresponsabilidad social de los grandes grupos económicos y sus socios mediáticos, quienes, por la vía de la formación de expectativas en la población, alimentan la dinámica inflacionaria y tensan el estado de ánimo de la sociedad. Son los que tratan, en última instancia, de volcar el fiel de la balanza hacia sus intereses corporativos y políticos. Son los viejos expertos en medrar con el miedo y la incertidumbre. Sólo que ahora, del otro lado encuentran un liderazgo dispuesto a sostener el rumbo, y a profundizar este proyecto con más democracia y distribución de la riqueza.