02/04/2011 Revista Debate - Nota
Por Carlos Heller Las movilizaciones en la celebración del Bicentenario y en defensa de la ley de medios son indicadores de que algo cambió en la sociedad.
Hubo y hay momentos de la historia en que ocurren cambios trascendentales. En ocasiones, estas lecturas pueden hacerse inmediatamente, como -por poner un ejemplo puntual pero evidente-, el 25 de Mayo de 1810.
En otras oportunidades, la magnitud de las transformaciones es de enorme relevancia, pero no pueden ser captadas de modo inmediato y son valoradas, a veces, cuando puede ser ya muy tarde para darse cuenta.
El caso del proceso económico-social, político-institucional y cultural abierto en 2003 empieza a ser vislumbrado -un tanto tardíamente, pero a tiempo- como un camino de profundas rupturas con la herencia neoliberal-conservadora, que hizo crisis en diciembre de 2001 y que va encontrando cauces hacia un nuevo orden que posibilite relaciones sociales más equitativas, más democráticas, más participativas, más justas.
Hay imágenes que hoy forman parte de la vida de nuestro pueblo y que, sin embargo, eran inimaginables hace una década. Pasamos de las relaciones carnales con Estados Unidos a la unidad latinoamericana en un nivel inédito que promete hacer realidad los sueños abortados de nuestra primera emancipación, a inicios del siglo XIX.
Los cuadros de Jorge Rafael Videla y de Reynaldo Benito Bignone descolgados del Colegio Militar de la Nación, o el recuerdo de Néstor Kirchner en la ex ESMA pidiendo perdón en nombre del Estado, constituyen un acervo inolvidable de esa “memoria del futuro” con que se construye otro tiempo próximo de dignidad.
Los ancianos incorporados al derecho de la jubilación o la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Servicios Audiovisuales, la recuperación por parte del Estado de los fondos de jubilación y pensión, el Fútbol para Todos o la Ley del Matrimonio Igualitario constituyen conquistas de una enorme trascendencia política.
Tenemos presente que distintos aspectos del modelo anterior siguen vigentes, aunque apostamos a que la dinámica social y política permita ir dando la batalla colectiva contra los lastres de las políticas fundadas en el Consenso de Washington. El modelo agrario o el extractivo, así como el sistema tributario, requieren profundas reformulaciones como las que se dieron en otros campos, y que serán nuevas plataformas del modelo nacional, popular, democrático que aspiramos consolidar.
UN CAMBIO DE CLIMA
Los poderes fácticos han desplegado una campaña brutal contra el Gobierno desde la primera semana presidencial de Cristina Fernández.
El conflicto con las entidades patronales agro exportadoras -nos negamos a aceptar que estas franjas del poder social e institucional de la rancia oligarquía sean la manifestación del campo- fue el punto de mayor avance de la derecha vernácula. Este sector social reaccionario tuvo su cuarto de hora electoral en junio de 2009, cuando el oficialismo perdió la mayoría parlamentaria.
Lejos de las expectativas iniciales, el errático “Grupo A” tuvo una sola y única línea política: dañar en la medida de lo posible toda medida impulsada por el Poder Ejecutivo, convergiendo en una estrategia destituyente promovida por el poder económico y cultural representado por las corporaciones multimediáticas y económicas.
Olvidando sus orígenes y contenidos que hacen a la identidad ideológica y cultural, partidos populares de larga tradición se convirtieron en un triste instrumento de los ensayos reaccionarios de la derecha restauradora.
En el marco de una crisis capitalista mundial, desatada desde 2007, el gobierno nacional reafirmó el sostenimiento de una línea siempre enfrentada con el pensamiento económico ortodoxo: la defensa del mercado interno, la profundización de las políticas sociales, el avance en los derechos laborales, etcétera, etcétera. Cabe destacar, como contraste, que mientras Portugal, Grecia o España asumían el programa del Fondo Monetario Internacional -agravando la crisis- nuestro país y su gobierno defendían el rumbo emprendido en 2003.
Este proceso fue desplegando, de manera silenciosa, una serie de fenómenos que emergieron con algunos hechos puntuales. Las celebraciones por el Bicentenario, las movilizaciones por la Ley de Servicios Audiovisuales o la muerte de Néstor Kirchner fueron indicadores de que algo estaba cambiando en nuestra sociedad.
Las elecciones en Catamarca y en Chubut no hacen sino corroborar un cambio de clima, inmerso en un cambio de época: multitudes de jóvenes se suman a la militancia, y lo público se ensancha y se profundiza con un estado de deliberación creciente. Se pone en cuestión el papel de los medios, la designación de Mario Vargas Llosa como conferencista inaugurador de la Feria del Libro, el papel del sindicalismo, y las complejas construcciones que deben resolver las mayorías populares, aunque haya acuerdos de fondo sobre el rumbo y el liderazgo incuestionable de Cristina Fernández.
UNIR LO DIVERSO
En sus últimas intervenciones, la Presidenta hizo reflexiones sobre las asignaturas pendientes del actual proceso de construcción de un proyecto transformador.
Un reconocimiento fundamental es que no hay una identidad excluyente para construir una sociedad más justa, sino que existen tradiciones, colectivos, organizaciones, proyectos que abrevan en distintas fuentes y que -todos ellos- deben ser parte de la construcción de un presente y un futuro compartidos, sin exclusivismos ni exclusiones.
El desafío es ciertamente complicado porque asumir el derecho del otro a ser parte presupone admitir que nadie tiene el monopolio de la identidad transformadora.
Surgen allí entonces desafíos culturales, políticos y organizativos que puedan permitir dar un salto en la calidad de la democracia que venimos construyendo.
Una democracia protagónica y participativa que se alimente de las tradiciones humanistas de todos los campos: del nacionalismo popular, de la izquierda en sus distintas variantes, de la teología de la liberación, de los sectores independientes, de los movimientos sociales, de los intelectuales, etcétera.
Otro factor que debe asumirse es la complejidad y contradicción de los campos en disputa. En otros términos, dentro del espacio “oficial” coexisten vertientes profundamente transformadoras y persisten, a la vez, representantes de la vieja política que abandonarán el barco ni bien vean debilitadas sus posibilidades electorales e institucionales.
Por otra parte, existen oposiciones al Gobierno que tienen una identidad democrática, de izquierda, emancipadora y que, por diversas razones, están militando en el lugar incorrecto, aunque tendrían un sitio en el proyecto colectivo que estamos construyendo quienes, desde tradiciones e identidades distintas, vemos la posibilidad de terminar con la herencia del capitalismo neoliberal y avanzar en un orden humanista y fraternal.
CONFRONTAR CON LO ANTAGÓNICO
Desde estas certezas defendemos la autonomía de nuestra construcción y el compromiso con el rumbo y el liderazgo de Cristina Fernández.
Desde este marco, defendemos la perspectiva de ser parte desde nuestra identidad, nuestro proyecto y nuestros modos de construir una fuerza social y política.
El momento histórico está produciendo la emergencia de un nuevo bloque popular, y tiene como característica la reconfiguración de múltiples identidades en un gran torrente transformador. Será de una relevancia fundamental lograr que esa construcción pueda aglutinar las diversas identidades de lo popular y lo transformador, sin exigir renuncias a lo que cada quien es, a lo que cada cual tiene y aporta. Un elemento fundamental, entonces, es el desafío de configurar un proyecto común respetando, valorando y estimulando matices que enriquecen y potencian.
Pero si, por un lado, la diversidad es requisito de un proyecto colectivo que nos contenga a todos los que estamos, hay otra faceta que debemos señalar: las propias tensiones y contradicciones del ancho campo que dice apoyar el modelo en desarrollo y el liderazgo de la Presidenta.
En la provincia de Buenos Aires tenemos diferencias importantes con muchas de las políticas públicas implementadas. En ese contexto, el modo que nos parece más coherente es apoyar la candidatura de Cristina Fernández desde nuestra identidad, con nuestras formas organizativas y el modo que pensamos que debe implementarse para construir un proyecto político: con amplitud, con profundidad, hacia modos de democracia protagónica y participativa.
En la Ciudad de Buenos Aires nos presentamos con nuestra identidad, pero, partiendo del camino recorrido en la batalla contra el gobierno neoliberal-conservador de Mauricio Macri, apostando a la construcción de un amplio frente político y social que permita no sólo derrotar a la derecha porteña sino generar una experiencia que democratice la economía, la política y la cultura en el plano territorial de nuestra castigada Ciudad.
En esas complejas batallas, las elecciones de Catamarca y Chubut constituyen señales positivas sobre la escucha que nuestro pueblo viene desplegando de la propuesta del Gobierno, cuyo rumbo apoyamos y apostamos a profundizar.
* Diputado nacional, bloque Nuevo Encuentro Popular y Solidario