Página/12 | Opinión
Por Carlos Heller
El Gobierno ha rendido un nuevo examen ante el FMI: la media sanción en la Cámara de Diputados del proyecto de Presupuesto 2019.
Ese proceso de aprobación le ha permitido presentarse como un oficialismo que no se detiene ante la pérdida de imagen positiva ni ante su creciente impopularidad: no muestra dudas ni hay riesgos de que se arrepienta. Sólo tiene objetivos y la absoluta convicción de llevarlos adelante.
El gobierno del “diálogo” queda reducido a un operador insensible de decisiones que nadie en el país puede cambiar. Por ello, el Parlamento es un escollo que debe superar sin que se modifiquen las grandes líneas de lo ya acordado con el FMI y los “mercados”.
Es un gobierno que acuerda afuera e impone adentro. De allí que una de sus metas consiste en mostrar que asume todos los costos de forzar el tránsito parlamentario de los proyectos acordados. “No hay plazos, hay objetivos”, escuchamos decir alguna vez en la historia argentina. Hoy podríamos adaptarlo: “Hay objetivos, no hay límites”. Exponer la plena decisión de llevar a fondo medidas antipopulares es parte de la política gubernamental. Este gobierno está dispuesto a todo y ello lo diferencia de otras ofertas de orientación similar. La falta de límites es uno de sus mayores atributos. Incluso, es probable que no le moleste tener enfrente a una oposición cada vez más consolidada: mientras más fuerte sea ésta, más “méritos” tiene el gobierno en imponer sus proyectos y demostrar firmeza para sostenerlos. El Presidente lo dice: “La única cosa que nosotros podemos hacer es transmitir calma y no cambiar la dirección.” Paradójicamente, la mayor fortaleza de Cambiemos ante el FMI y los mercados es que no cambia.Y si para ello tienen que reprimir, lo hacen.
El miércoles, mientras se sesionaba en el Congreso, distintas expresiones de la ciudadanía se manifestaron en las calles protestando contra el proyecto de Presupuesto oficialista. Allí, nuevamente, el Estado utilizó mecanismos represivos, incluso más agresivos, más intensos y más selectivos que en oportunidades anteriores. La sinergia histórica entre ajuste y represión parece instalarse como un fenómeno permanente en la escena política nacional.
En ese marco, el gobierno logró darle media sanción al Presupuesto en un debate en el que crecieron los discursos opositores. Aún más: hubo varios votos positivos que fueron muy críticos con el Presupuesto que contribuyeron a aprobar. Se trata de diputados y diputadas que, más allá de justificar con distintos argumentos que iban a votar de manera positiva, explicaron que éste es un Presupuesto de ajuste, que con el ajuste nunca se salió para adelante, que es un retroceso, que es una concesión al Fondo Monetario Internacional. Por lo cual, no sólo se produjo una confluencia de 108 diputados y diputadas que rechazaron el Presupuesto del gobierno. Además, muchos de quienes lo votaron, lo hicieron críticamente. La dificultad para legitimar internamente medidas acordadas con el FMI es cada vez mayor.
El Gobierno pudo mostrarle un objetivo cumplido al FMI. En respuesta, el Directorio de la entidad internacional de crédito aprobó este viernes la ampliación del préstamo para la Argentina. Tras la primera revisión del desempeño económico del país, el organismo afirmó en un comunicado que “la conclusión de la revisión permite a las autoridades obtener aproximadamente 5700 millones de dólares, lo que eleva los desembolsos totales desde junio a aproximadamente 20.400 millones de dólares.” El Fondo también aprobó una ampliación del acuerdo Stand-By que incrementa el acceso de la Argentina hasta un total de 56.300 millones de dólares.
Pero, en simultáneo a este febril endeudamiento, se van generando en el país condiciones para una aceleración y ampliación del proceso de unidad de la oposición. Ello no quiere decir que se progrese en línea recta. Habrá avances y retrocesos.
Este encierro del Gobierno en un proyecto para minorías deja a la mayoría del pueblo argentino cada vez más dispuesto a transitar un camino alternativo. De allí la responsabilidad histórica de construir una gran coalición opositora, con un contenido programático amplio pero definido, que ofrezca un nítido cambio de rumbo, que le presente a la sociedad otro proyecto de país y que, además, tenga reales posibilidades de ganar. Hay que escapar de dos problemas simultáneos: de un programa sin mayoría y de una mayoría sin programa. Necesitamos ambas cosas: programa y mayoría. Las dos deben producirse conjuntamente para ganarle a Cambiemos en 2019.
El Gobierno tiene iniciativa y convicción pero ya no tiene argumentos. En el reciente debate parlamentario del Presupuesto ha insistido hasta el cansancio sobre el “enorme déficit fiscal heredado.” Sin embargo, cuando se analizan los números del déficit primario acumulado en los primeros nueve meses de cada año, en 2014 fue de 1,9 por ciento del PIB; en 2015, el año que terminó el gobierno anterior, fue de 2,3 por ciento; en el 2016, primer año del actual oficialismo, subió a 2,6 por ciento; en el 2017, con fuerte proceso de ajuste, bajó a 2,1 por ciento; y este año, en el medio de la aceleración de los recortes, alcanzó el 1,1 por ciento, con el objetivo de llegar al déficit primario cero en 2019.
Es decir, entre el 2014 y el 2018, y en el marco de un fuerte proceso de ajuste desde 2016, la diferencia del déficit fiscal fue de menos de 1 punto. Es claro: no existía el supuesto desborde en las cuentas públicas del gobierno anterior que permanentemente denuncian.
Además, insisten con la idea del déficit primario y ocultan el costo derivado de los intereses de la deuda, el que supera con creces la reducción de ese déficit primario. La síntesis es que todo lo que se obtiene por el ajuste está destinado a garantizar el pago de la deuda.
Mientras, consultoras como FIEL o economistas como Orlando Ferreres anuncian respectivamente una caída de la producción industrial de 8,8 por ciento y 8,1 por ciento en septiembre de 2018 respecto de igual periodo del año 2017.
Además, el Presupuesto aprobado esta semana se basa en cifras desactualizadas, por ejemplo las proyecciones de actividad económica para el 2019 que el Fondo pronostica son mucho más negativas que las que se trataron en el Parlamento. Ello hace suponer que habrá ajustes mayores que los que están implicados en la consideración presupuestaria. Entonces, si el gobierno calcula un Presupuesto con un decrecimiento del 0,5 por ciento del PBI, pero el FMI habla de que será del 1,6 por ciento negativo y la CEPAL de un 1,8 por ciento negativo, los ingresos fiscales serían menores y por lo tanto el ajuste va a tener que ser aún más grande que el que se aprobó esta semana, si es que se quiere mantener el déficit primario cero.
Es decir: las familias, los trabajadores, los profesionales, los científicos, las pymes, las empresas y entidades de la economía social y solidaria, los grupos vulnerables, los sectores populares en general, tienen por delante un tiempo muy duro.
En ese horizonte de ajuste sin fin que propone el oficialismo como único camino, nosotros debemos acelerar la construcción de una alternativa amplia que combine virtuosamente la producción conjunta de una mayoría con programa o, lo que es lo mismo, de un programa con mayorías.