Artículo publicado por: Carlos Heller
Esta nota fue publicada en Tiempo Argentino el día 04.03.12
La presidenta de la Nación dio un extenso discurso en el que repasó detalladamente la evolución de la economía argentina, entre otras cuestiones importantes.
Creo que el eje de esa exposición, también conocida como “el Estado de la Nación”, surge de la explicación de la mandataria sobre el crecimiento que experimentó la Argentina durante los últimos ocho años, cuyo promedio estuvo en el 7,8% anual, “lo que lo coloca en el proceso de crecimiento más importante de toda la región”. “Esto no fue viento de cola”, enfatizó la jefa de Estado.
Mientras que los economistas ortodoxos se empeñan en asignar exclusivamente a las condiciones externas las razones del crecimiento, Cristina Kirchner rebatió en forma contundente este argumento al comentar que “si bien los términos de intercambio han mejorado sustancialmente, Venezuela, Chile, Bolivia y Colombia cuadruplicaron los términos de intercambio, mientras que la Argentina sólo los duplicó”, y nuestro crecimiento fue superior al de estos países.
Son varios los datos que identifican el crecimiento económico con la gestión estatal de las políticas; “un modelo de desarrollo que ha hecho del mercado interno, del consumo popular y la distribución del ingreso sus banderas principales”. Esto fue posible por el aumento real en los ingresos de los trabajadores, como también por la inclusión de gran cantidad de ciudadanos al mercado de consumo vía asignaciones específicas. La presidenta apuntó que “en Asignación Universal y jubilaciones y pensiones, la ANSES y su inversión representan el 10% del PBI”, que prefirió definir como “inversión social” en vez del habitual “gasto social” que figura en las cuentas públicas. No puede dejar de mencionarse que la Argentina es el país que mayor cobertura de jubilaciones y pensiones tiene, pues alcanza al 95% de la población mayor de 65 años, mientras que el incremento del trabajo registrado hoy supera los 7,5 millones de empleados. Por el lado del debe, la presidenta mencionó la existencia de un 34,6% de empleo no registrado. Este dato da cuenta de que todavía hay mucho por hacer.
La presidenta asignó una gran importancia a la industria en esta dinamización del consumo y consiguiente crecimiento del producto. “Frente a una Argentina que era sólo productora de materias primas, este proyecto ha llevado un proceso de reindustrialización” que le ha permitido ubicar a las manufacturas como principal exportación, por sobre las materias primas agrícolas. Un dato que no es menor, y evidencia un lento pero firme cambio en la estructura productiva, que pone de relieve el importante papel desempeñado por la industria.
Este dato derriba la tesis del viento de cola como único motor del crecimiento argentino, ya que si comparamos a nuestro país con el resto de Latinoamérica, fue el único que en estos últimos años no reprimarizó sus exportaciones, en contra de la tendencia regional, según datos de la Cepal. Una tendencia favorable, puesto que como lo expresó la jefa de Estado “la reprimarización de las exportaciones no es algo bueno para ningún país, porque implica menor valor agregado y destrucción de puestos de trabajo y por supuesto además menos crecimiento y desarrollo científico y tecnológico”. Una definición altamente valiosa, ya que se coloca en las antípodas del concepto neoliberal que sostiene que es lo mismo producir acero que caramelos. Sin duda, la economía argentina está demostrando que no es lo mismo.
Estos resultados se mejorarán con la ejecución del Plan Estratégico Industrial 2020 en forma conjunta con el Plan Estratégico Agroalimentario 2020 para aprovechar la sinergia de la actividad primaria y la manufacturera y lograr mayores y mejores resultados.
Según datos del Informe sobre el Estado de la Nación entregado a los legisladores, el valor agregado en el procesamiento industrial de los productos de origen agropecuario, pasará de un 22,8% en 2010 al 41% en 2020 (este dato significa mayor empleo por unidad de producto). En tanto la superficie sembrada para granos de 33 millones de ha en 2010, llegará a 42 millones de ha en 2020, lo que representa una suba del 27% con respecto al año base 2010.
Siguiendo con los datos del informe, desde 2003 la industria muestra un fuerte proceso de sustitución de importaciones, triplicó sus exportaciones, aumentó la productividad laboral en un 50% con una suba del empleo del 71%, y subió la participación de los productos de media y alta tecnología en las exportaciones, del 20 al 24 por ciento. Esto no hubiera sido posible si la tasa de inversión no hubiera crecido del 14,3% del PBI a casi el 24% del PBI, entre 2003 y 2011.
Otro dato relevante lo constituye que la Argentina ocupa el séptimo lugar mundial entre los primeros países exportadores de servicios de informática, una industria con alto valor agregado.
El INTA fortaleció las actividades de investigación y desarrollo tecnológico con destino al sector productivo y agroindustrial, administrando 435 proyectos que generan tecnologías y continuó desarrollando recursos genéticos.
Según el Ministerio de Agricultura (MAGYP) el financiamiento agropecuario ha sido la principal herramienta para el crecimiento de todas las actividades productivas. En el año se han formulado 16 programas con tasa de interés bonificada por el MAGYP por un total de $ 5440 millones, con 23 mil productores beneficiados.
Todos estos son datos específicos, pero revelan una pequeña parte de la gestión del Estado, bajo un concepto de involucramiento en los distintos sectores, con planes a largo plazo que privilegian las actividades generadoras de mano de obra, sustitución de importaciones y de desarrollo tecnológico. Este esfuerzo no sólo le compete al Estado, sino que, como expresó la presidenta “tenemos que aprender que la unidad de los argentinos y la organización de los argentinos, de sus sectores productivos, de sus sectores dinámicos, en articulación con el Estado, lo privado, lo público, es lo básico”.
Este enfoque es, sin duda, diametralmente opuesto a la concepción del viento de cola como único generador del crecimiento económico. Sin duda, quienes lo sostienen son aquellos que desean que el Estado se retire de toda función de regulación y control, dejando actuar al libre mercado. Esta propuesta puede ser resumida por las palabras de Diana Mondino, economista del CEMA, que el día posterior al discurso por el inicio de las Sesiones del Congreso comentó en Ámbito Financiero respecto al mensaje de la presidenta: “Hay una cadena de confusión en los temas económicos: enorgullecerse porque hubo mayor gasto, cuando eso significa que hubo más impuestos.” Obviamente, el Estado mínimo que desean los neoliberales requiere de bajo nivel de impuestos para funcionar, es el modelo que actualmente el FMI está tratando de imponer a través de sus ajustes en Europa.